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Han sido necesarios cuatro años para que quienes un buen día fueron despertados del sueño eterno en interés de la arqueología y del mejor conocimiento de la historia de Lucena volviesen a sus tumbas.
En la fría y soleada mañana invernal del pasado domingo, los más de un centenar de individuos hombres, mujeres y niños que en 2007 fueron exhumados de sus enterramientos durante la excavación realizada en las obras de la Ronda Sur, han podido volver a descansar en sus tumbas, directamente excavadas en la tierra.
Los trabajos arqueológicos despertaron en su día el recelo de la Federación de Comunidades Judías de España, y su entonces presidente, Jacobo Israel Garzón, incluso llegó a dirigir al propio ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo sus quejas por la forma en la que se estaban llevando a cabo las exhumaciones de cadáveres de judíos en necrópolis históricas como la de Lucena o en las catalanas de Tarrega (Lérida) y Montjuic (Barcelona), avanzando que le enviarán un protocolo de actuaciones de cara a poder realizar este tipo de investigaciones sin menoscabo de la dignidad de los allí enterrados desde los siglos XI y XII.
El ayuntamiento de Lucena prometió entonces que los restos serían devueltos a su lugar de origen en la medida de lo posible, ya que muchas de las tumbas desaparecieron bajo el asfalto de la carretera, como tantas veces ha ocurrido en Lucena. Ayer el consistorio cumplió su palabra.
La Hebrá Cadisá, literalmente 'Cofradía Santa', nombre que recibe la asociación voluntaria que se ocupa de la preparación de los ritos funerarios y del enterramiento, integrada por una veintena de personas llegadas desde distintos puntos de España, entre ellas varios rabinos, como los de Ceuta o Málaga, ciudades que cuentan con una numerosa colonia hebrea, se trasladó a Lucena para proceder a volver a inhumar los restos mortales siguiendo el rito funerario hebráico.
Previamente, personal municipal había preparado las decenas de tumbas que han quedado de la necropolis original, colocando en las mismas un fondo de maderas, sobre el que hoy fueron depositados los restos, siguiendo la tradición judía de que el cuerpo muerto no esté en contacto directo con la tierra.
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A la entrada de la necropolis esperaban su turno las cajas de carton, perfectamente apiladas y cuidosamente custodiadas durante este tiempo en los depósitos del Museo Arqueológico de la ciudad.
Por expreso deseo de las autoridades religiosas el rito se desarrolló en la más absoluta intimidad. Así, a primera hora de la mañana funcionarios municipales procedían a colocar una tela plástica en la valla perímetral para impedir la visión de los trabajos desde el exterior, e incluso se destacaron dos agentes de la policía local para vigilar el recinto.
Cumplido el ritual, nuestros antepasados judíos vuelven a reposar en la tierra que un buen día les acogió y de la que otro buen día les arrancaron historiadores y arqueólogos para documentar el yacimiento.
El ayuntamiento cumple así un compromiso con la comunidad judía española, un compromiso que cabe enmarcar en el esfuerzo del consistorio lucentino por formar parte de la Red de Juderías de España Caminos de Sefarad y de convertirse en un punto de referencia para el turismo hebreo, ávido de volver a unos orígenes que tienen en la Perla de Sefarad un destino obligado. Resta ahora por saber qué ocurrirá con lo que hoy es ya un camposanto judío y con el proyecto de convertir esta necrópolis en uno de los principales testigos físicos de una presencia judía que el paso del tiempo ha ido borrando y relegando exclusivamente a los libros de historia, ante la falta de evidencias en el actual trazado urbano de la ciudad.
Un poco de historia
En la necrópolis judía de Lucena fueron excavadas inicialmente 346 tumbas, de las cuales 141 estaban vacías y 205 poseían restos humanos. De los mismos tan sólo pudieron recuperarse físicamente parte de 117 individuos. Los sujetos aparecían de forma individual, con una orientación del cuerpo de este a oeste, a veces con uno de los brazos flexionado sobre el cuerpo con la mano sobre la cadera opuesta o sel pubis, y en la mayoría de los casos con los brazos paralelos al tórax.
Según las dataciones absolutas realizadas en el Centro de Instrumentación Científica de la Universidad de Granada, los restos poseen mil años de antigüedad aproximadamente. Los resultados de esta intervención en cuanto al registro arqueológico e histórico se pueden considerar importantísimos, ya que son las primeras evidencias físicas palpables de la fase de poder judío de Lucena en periodo musulmana califal y postcalifal (finales del siglo X y XI d. C.). Este espacio parece que perteneció a una parte del cementerio judío de la ciudad medieval, concretamente a la ocupación de máximo apogeo y esplendor cultural (XI d. C.) pero que se extiende tanto hacia el Sur como al Norte de la zona excavada.
En una de las tumbas apareció una lápida, la segunda descubierta en nuestra ciudad, con escritura epigráfica y una dedicatoria al Rabí Lastosus. La mayor parte de las tumbas fueron destruidas para ejecutar la ronda sur. Este mismo año, y como consecuencia de las obras de una urbanización cercana, se han excavado otras sesenta tumbas.
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