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La crisis en España es compleja y profunda. Un sector financiero en bancarrota, un modelo productivo falseado por el boom inmobiliario, un desempleo imparable e insostenible, un déficit público creciente, una deuda disparada y una política fiscal en la que el fraude ha sido presentado como un valor social. Junto a ello, un espacio político en el que la corrupción se hace cada vez más evidente.
La crisis en España es compleja y profunda. Un sector financiero en bancarrota, un modelo productivo falseado por el boom inmobiliario, un desempleo imparable e insostenible, un déficit público creciente, una deuda disparada y una política fiscal en la que el fraude ha sido presentado como un valor social. Junto a ello, un espacio político en el que la corrupción se hace cada vez más evidente.
Ante un panorama tan hostil llegan los recortes afectando a todos los sectores, Era solamente cuestión de tiempo que la gente saliera a la calle. La calle es real y concreta; es esa especie de conciencia colectiva que se expresa de repente en una sola voz en cada una de sus consignas, en cada una de sus reivindicaciones, resaltando su rechazo a una política contraria a los intereses de la mayoría de los ciudadanos. La calle es importante y hay que tenerla en cuenta.
Cuando la sociedad decide echarse a la calle para denunciar la imposición de una serie de medidas injustas, quiere transmitir un mensaje: que la solución de la crisis económica no pasa por recortar derechos sociales.
Es un mensaje dirigido a los que toman las decisiones en este país y especialmente al señor presidente. ¿Ha sido suficientemente escuchado?, en otras palabras: ¿Se han tomado la molestia de escuchar la voz de la calle para entender lo que quiere?.
Las manifestaciones y las concentraciones diarias de estudiantes, empleados públicos, trabajadores, en definitiva de ciudadanos, se ha convertido en un dolor de cabeza permanente para los gobernantes. Esta conciencia colectiva que lleva tantas frustraciones acumuladas, es el órgano plural que habla con una sola voz alto y claro con el grito de no a los retrocesos en los derechos conquistados.
El error consiste en el intento de algunos de politizar y a su vez juzgar el derecho de los ciudadanos a manifestarse. Cuando la gente se echa a la calle no lo hace movida por un partido político o por algún otro organismo, lo hace para defender unos derechos legítimos conseguidos a base de muchos esfuerzos durante décadas.
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