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Hace tiempo que en Lucena no se escuchaba el crotoreo de las cigüeñas. Cada vez quedan menos en esta zona de la Subbética y su estampa, en otro tiempo cotidiana en los campanarios de nuestros pueblos, se ha ido perdiendo de forma paulatina.
Esta tarde, dos cigüeñas han decidido probar fortuna sobre la espadaña de Santiago. La estampa, quizá fugaz, no ha pasado inadvertida a los vecinos. Decenas de ellos se congratulaban junto a la parroquia de tan inusual como entrañable visita y, télefono móvil en mano, intentaban sacar la mejor instantánea posible de las aves, en pleno ritual de apareamiento sobre lo más alto del vetusto templo de la judería lucentina.
Las cigüeñas se han ido yendo poco a poco de nuestros pueblos por la masiva presencia humana, que ha irrumpido en su habitat natural. Por ello y, coincidiendo con esta sorpresiva visita, algunos vecinos comentaban la posibilidad de que se dote a la espadaña de un nido, como se hace en muchos lugares "para ver si deciden quedarse y criar sus huevos en Lucena, como ocurría hace años".
Y es que, aunque nadie lo recordaba a ciencia cierta, los más antiguos del lugar aseguraban que "hace quince o veinte años" la estampa de estas aves era habitual en Santiago. "De chicuelo comentaba el camarero de un bar venían todos los años, me acuerdo perfectamente".
Al menos por esta tarde, los cielos de Santiago han recuperado el vuelo de las cigüeñas. Ha sido como volver un poco a otro tiempo, a otro paisaje urbano, como rememorar un pasado reciente, amable, con una sonrisa en la boca, quizá en tonos sepias y grises, una pequeña parte de la memoria colectiva del más castizo de los barrios de Lucena.
Una vecina, a las puertas de la panadería, comentaba sin quitar la vista del campanario que a las hermosas visitantes "les ha gustado como se ha quedado la parroquia después de la obra, y por eso han decidido pararse".
Queda saber si se quedarán también para contemplar la Semana Santa desde tan privilegiada atalaya.