José María y Jéssica son un matrimonio lucentino que reside desde hace algunos años en Madrid, donde ambos trabajan. Él como docente. Ella como médico residente en un conocido hospital de la capital de España.
Ambos acostumbran a pasar su tiempo libre en Lucena, pero hace unos días un asunto familiar inexcusable les obligó a volver por unos días a nuestra ciudad, observando las debidas garantías sanitarias.
El domingo llegaba el momento de que Jéssica volviese a Madrid para reincorporarse al servicio y sus vecinos quisieron brindarle un "hasta pronto" inolvidable. Desde todos los balcones de la Plaza Virgen del Rosario la aplaudían y jaleaban para infundirle toda la fuerza del mundo para el regreso a la actividad. La movilización de la comunidad de vecinos fue espectacular, incluido el gesto de dos pequeños, Andrea y Javier, que quisieron obsequiarla con un dibujo en el que aparece como una heroína más de ese ejército de profesionales que cada día –en muchos casos con medios precarios– se dejan la piel y hasta la vida en los hospitales, centros de salud y dispositivos de urgencias de todo el país, en esta pelea contra el COVID-19 que es cosa de todos.
"Nada más salir a la plaza, con el ánimo y la cabeza bajos, sin ver siquiera a los vecinos en sus balcones, un aluvión de aplausos me cubrió justo en el momento que más lo necesitaba. Lo cierto es que me derrumbé, pero con una sensación diferente. Y es que todos ellos estaban ahí por y para mí. Los que me conocían y los que no, todos con el fin común de apoyarme en mi regreso. Fue indescriptible", señala Jéssica, que asegura que tanto estos aplausos como los que el conjunto de los sanitarios reciben cada día por parte de los españoles "se reciben con mucha ilusión, no como algo personalizado y dedicado a nuestra labor, sino más bien como un sentimiento colectivo de unión, de fuerza, de esperanza y aliento".
Para esta doctora las ocho de la tarde representan "ese momento que rompe con la monotonía de todos los ciudadanos que permanecen en casa día tras día sin saber qué pasará" y supone para la profesión sanitaria "un sentimiento de responsabilidad tremendo".
El gesto de sus vecinos, profusamente difundido a través de las redes sociales, idéntico al que hemos visto en otros puntos de nuestra ciudad en estos últimos días, igualmente con sanitarios lucentinos como protagonistas, resulta reconfortante tras esos casos de falta de empatía que esta semana nos traían algunos informativos, de vecinos que intentan apartar de su entorno a quienes lo están dando todo por la comunidad.
"No tengo palabras para agradecer ese 'chute' de energía que me dieron los vecinos. Al mismo tiempo que se derramaban mis lágrimas, una sonrisa de oreja a oreja se escondía tras la dichosa mascarilla. Lo que mis vecinos realmente no saben, es que sin ser conscientes de ello, cada día eran como una bocanada de aire fresco para mí, que volvía de un lugar donde desgraciadamente, con mayor impacto por la pandemia, no se oyen vecinos, no hay nadie en los balcones y por supuesto no hay un pequeño futuro tamborero tras la pared de mi salón. Ellos ya estaban ahí, conmigo, con nosotros. Por ello sólo puedo decir una vez más ¡Gracias!", afirma Jésica, que ya de vuelta a su hospital en Madrid realiza tareas de seguimiento de sus compañeros que se han contagiado y las propias de su especialidad.
Seguro que este vídeo del homenaje que a ella le brindaron hace unos días sus vecinos les llena de esperanza y ánimo reforzado para volver a la trinchera.
