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Los movimientos nacionalistas e independentistas en Cataluña desde septiembre de 2012 (con la manifestación del 11 de septiembre como guía), han ido tomando unas decisiones que rozan, cuando no traspasan, la legalidad.
El nacionalismo ha tenido dos vertientes: una de ellas es el concepto nacionalista alemán basado en una unidad lingüistico-cultural (el nacionalismo catalán piensa que la lengua es el eje vertebrador de los «paises catalanes») y étnico (dado éste, también, en el Pais Vasco con el famoso Rh negativo). ¿Son estos nacionalismos negativos per se? De una manera concisa y simple la evolución de los movimientos nacionalistas se puede dividir en tres fases:
1ª Surge una persona (Sabino Arana, para los nacionalistas vascos) o un grupo de ellas en una región o lugar que interpreta que hay algo que les diferencia del resto que les rodea (costumbres: levantar piedras; aspectos sociales: vivir en el campo; aspectos culturales: creer que se tiene una lengua distinta), sabido esto (o inventada la diferencia las más de las veces) se crea un grupo cultural que protege, refuerza y difunde esa diferencia o lo que ellos creen que es «propio» de su región.
2ª Con el apoyo de este grupo cultural empieza a surgir una «conciencia política» para defender y alentar estas diferencias, en el caso español, tenemos el ejemplo en el Pais Vasco o Cataluña y se funda un partido político (PNV o ERC).
3ª La fase peligrosa del asunto: el giro antidemocrático se da ahora, el ya partido político se vuelve «el enviado del dios catalán o vasco» es decir, ellos proclaman que su partido es el único que representa a la región en cuestión. A partir de aquí todo aquel que no siga su ideario es, por lo menos, «mal catalán o vasco» cuando no le niegan que sea vasco o catalán, o peor aún, es considerado «español». No creo necesario indicar un claro paralelismo con los fascismos europeos del S.XX.
En España, esta fase es la actual. Tómesen la molestia y si escuchan o leen con atención las manifestaciones públicas de los representantes del PNV, CIU, o BILDU verán que hablan o escriben como si ellos fuesen los únicos representantes de Cataluña o el Pais Vasco, las frases son: «los vascos piensan» «Cataluña necesita...»...«España no comprende a Cataluña...» el resto de los españoles «asumen el discurso» y consideran que todos los catalanes son nacionalistas o independentistas (aparece entonces en las tertulias los manidos «los catalanes...» o «los vascos...»). Los nacionalistas consiguen que el resto del españoles piensen que todos los catalanes son nacionalistas o independentistas y esto, no es otra cosa, que lo que ellos desean fervientemente, con todas sus fuerzas y lo consiguen, no por sus razones sino por nuestro desconocimiento, esto es, que todos los que viven en esas regiones sean identificados con los nacionalistas. Para rebatir estas posiciones hay que partir de la base: ni CIU, ni BILDU, ni PNV, son los únicos representantes de Cataluña o el Pais Vasco. Son un partido más, sólo eso. La tergiversación en la Enseñanza, sobre todo de la Historia, ha ayudado a crear este «estado de medias verdades o mentiras a medias». Situación de la que se benefician, huelga decirlo, los propios nacionalistas.
Todo lo explicado no tendría la mayor importancia sino fuese porque en España poseen un poder desproporcionado, ¿por qué los nacionalistas han tenido tanto poder cuando no decisorio en España desde la vuelta de la Democracia?
Los partidos mayoritarios durante la Transición buscaron aglutinar a todos, a los nacionalistas también, para que se adecuasen al nuevo marco constitucional y, para ello, les dieron más poder proporcionalmente hablando a la hora de conseguir escaños que, en derecho, les correspondondería (no hace falta que explique lo injusto que es el sistema electoral español cuando de elecciones nacionales se habla y cómo beneficia a los nacionalistas). El conseguir un pacto nacional como fin mayor era el objetivo, pero al tener poder y capacidad de decidir de manera definitiva por la suma de votos, en el momento que no existía un gobierno de mayorías absolutas, los nacionalistas debido a este injusto reparto de escaños, tienen la llave para influir decisivamente y así ellos se aprovechan de la situación, visten sus reivindicaciones con palabras que vienen a subrayar que son los únicos representantes de las regiones dadas: «lo quiere Cataluña» «el Pais Vasco lo necesita» (no hablan de de ciudadanos, sino de regiones. Es el ciudadano el que tiene derechos en cambio para ellos el sujeto de derechos es la región.(¿Cómo actuarían si hubiese un conflicto entre los derechos de los ciudadanos y los derechos de su «nación»?) Presionan a los gobiernos para que les den dinero y más poder. Porque esto, no hay que perderlo de vista, es lo que un nacionalista quiere: poder que supone dinero o viceversa.
Los argumentos son simples, se hacen las víctimas (v. g. deudas históricas) y los distintos gobiernos nacionales acomplejados porque si defienden valores como la unidad de la nación (o de mercado tanto da) pueden ser tachados por los nacionalistas de «españolistas» y claudican. Así, los ejecutivos nacionales ceden porque en caso contrario pueden perder votaciones en el Congreso. Es un juego en el que los nacionalistas piden, amagan con «la independencia», el gobierno se asusta y cede y ellos obtienen algo más, hasta la siguiente vez que pidan ir más allá, de lo que se deduce que nunca «es suficiente» y no lo es porque si dejan de quejarse, de pedir, dejarían de ser nacionalistas y perderían su razón de ser.
Los nacionalistas se consideran distintos. Parten de esa premisa y, como tales, tienen que tener más que el resto. La solidaridad es un concepto que todo nacionalista rechaza. La esencia nacionalista descansa en la diferencia y ésta supone de hecho la insolidaridad. España es un estado social y de derecho que está basado en la solidaridad. A ingresos mayores, mayores impuestos, es lo justo, es decir, cuánto más tienes más impuestos debes pagar. Con esos impuestos se paga el estado social: Educación, Sanidad, Justicia, protección (policía y ejército), pensiones o prestanciones por desempleo. Pues bien, un nacionalista quiebra este visión del mundo. Él se cree superior al resto, per se y, por tanto, necesita más derechos o derechos distintos y, por ende, más dinero claro, cuanto más dinero obtengan supondrá o que el resto de los españoles reciba menos de lo que justamente merecen o que tengamos que pagar más impuestos de los debidos para compensar esa perdida. De ahí que quieran los nacionalistas catalanes pidiesen, ahora, conseguir un concierto al modo vasco o navarro.
Ahora viene lo difícil, ¿cuáles son las posibles soluciones? Una, que se produzca un cambio en el sistema electoral que suponga que los votos nacionalistas o independentistas tengan el mismo valor que los votos de los ciudadanos que no lo sean. Dos, la abolición de los conciertos autonómicos, que si bien están en la Constitución, suponen, de facto y de iure, una desigualdad respecto al resto de los españoles.
José Antonio Villalba Muñoz
Profesor de Geografía e Historia