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El 1 de septiembre de 1971 el periódico local Luceria, recogía en su portada la noticia de la colocación de un busto de bronce en la recién remodelada Plaza de San Miguel. Se trataba de la efigie de don Diego Fernández de Córdoba "El Africano", III Marqués de Comares y V Duque de Segorbe y Cardona, Señor de Lucena y alcaide de los Donceles, nacido en 1524 en Orán (Argelia) y fallecido el 27 de septiembre de 1601 en Arbeca (Lérida), a quien por aquel entonces la mayoría de los historiadores consideraban como artífice de la llegada a Lucena de la imagen de la Virgen de Araceli.
La corporación municipal había acordado encargar la escultura, con la que se pretendía "rendir homenaje y hacer justicia a quien hace más de cuatro siglos cupo el honor de traer de Roma a la bendita Imagen de nuestra Patrona", según podía leerse en Luceria. El periódico consideraba "un acto de justicia y una deuda saldada" la colocación de la imagen en tan señero lugar, junto a la portada de San Miguel de la iglesia de San Mateo.
Se iniciaba así una serie de encuentros y desencuentros con la historia de Lucena que acaba de escribir su penúltimo capítulo hace unos días.
Y es que como nos confirma el cronista oficial de Lucena, Luisfernando Palma Robles unos años después de la colocación del busto unos legajos confirmaban que el honor de haber regalado al pueblo de Lucena la venerada imagen de la Virgen de Araceli no correspondía a don Diego "El Africano", sino como se sospechaba a su padre, de nombre don Luis, y de igual apellido y linaje: Fernández de Córdoba, Señor de Lucena y alcaide de los Donceles, aunque II Marqués de Comares (1482-1564). El mal estado y desaparición de la placa original facilitaron que, en 2006, se colocara una de nuevo cuño, poniendo nombre al verdadero artífice de la llegada de la Virgen. El busto siguió siendo el mismo, a fin de cuentas el parecido era lo de menos.
Así siguió sus pasos la historia durante una década hasta que, hace tres años, se iniciaron las obras de la Plaza de San Miguel y el entorno del Castillo del Moral. Don Luis dejó su privilegiado lugar junto a los cipreses de la casa rectoral de San Mateo y fue a parar con sus huesos de bronce a algún almacén mientras se ejecutaban las obras y se decidía su futuro lugar de descanso.
Poco podía imaginar el bueno de don Luis que para su reencuentro con los lucentinos sería bautizado por tercera vez, esta vez con el nombre de su antecesor, don Diego Fernández de Córdoba y Arellano, I Marqués de Comares, nacido en 1469 y fallecido en Orán en 1518, y entre cuyas hazañas se cuenta la de "haber resistido el asedio del ejercito del Rey chico de Granada, a quien hizo prisionero tras la victoria sobre los moros acaecida el día 21 del mes de abril de 1485 en la famosa batalla de Lucena, también conocida como de Martín González, que tienen Antonio de Nebrija y los escritores de aquel siglo por prodigiosa". Así reza la placa que hace unos días ha
colocado el ayuntamiento bajo la imagen, ahora situada junto al Castillo de Lucena.
¿Algo que objetar al texto? Pues, amén de algunas dudas sobre las fechas expuestas, el hecho evidente de que el motivo de encargar esta imagen no era el de rendir tributo a quien lustró la historia lucentina apresando a Boabdil, sino el de homenajear a quien proporcionó a una ciudad que por aquel entonces tenía por patrón a San Jorge, a una hermosa imagen morena traída desde Roma y advocada como Ara Coeli, Araceli, Altar del Cielo, que rápidamente quedaría prendada en el corazón de los lucentinos, que la adoptaron como Patrona única. Cuando esto ocurrió, en 1562, don Diego, al que ahora se atribuye el busto, llevaba 44 años bajo tierra.
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