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Solo faltó más público en el concierto que ayer ofreció Martirio en el Palacio Erisana de Lucena, porque música y magia sobraron a raudales en una actuación en la que la cantante onubense solo necesitó los primeros compases de ese himno del argentino Fito Paez que es "Yo vengo a ofrecer mi corazón" para ganarse al público, acompañada sobre el escenario solo por un "disco duro" a la altura de las circunstancias, la guitarra de Raúl Rodríguez, su hijo. Un excelente cover de uno de los temas más versioneados del argentino, que también han cantado grandes de la canción de autor como Mercedes Sosa, Pablo Milanés o Ana Belén, pero que en la voz de Martirio sonó especial.
Después vendría todo un repertorio de momentos mágicos, en los que la cantante de las gafas oscuras y la eterna peineta fue desgranando un repertorio cargado de sinceridad y familiaridad ante un público predispuesto al reencuentro con una parte de la banda sonora de su vida.
Entre confesiones y anecdotas, no faltaron en el concierto clásicos de la cantante como "Madurito interesante" o "Separada sin paga"; referencias a artistas de cabecera y amigos como Chavela Vargas ("Quisiera amarte menos") o Carlos Cano ("María la portuguesa"), guiños al flamenco que sonaron a malagueñas o fandangos de Paco Toronjo y hasta al tango, con una versión de "Volver" que sonaba a bulerías; o algunas de las coplas que tan magistralmente reinterpretó hace unos años junto al más grande e internacional de los pianistas de jazz españoles, Chano Domínguez, como "Torre de arena", "Ojos verdes" o "La bien pagá", para volver con clásicos de su repertorio como el flamenco-rap de las "Mil calorías" o las Sevillanas de los bloques en el tiempo de descuento, todo ello envuelto en el papel celofán de su enorme capacidad teatral.
En definitiva, un espléndido concierto, que llegaba a Lucena en el marco del programa "Arte y Mujer: Notas de Música y Color", que patrocinan las delegaciones de Cultura e Igualdad.
Les ofrecemos a continuación una galería de fotos del concierto.
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