Aunque ya no constituye una novedad, no deja de ser noticia que el Papa Francisco mantenga viva la costumbre de telefonear cada cierto tiempo a la comunidad de Carmelitas Descalzas para saludar a las hermanas de este convento de clausura. Ayer sábado volvió a hacerlo, según ha indicado a LucenaHoy el Vicario Episcopal de la Campiña y Párroco de San Mateo, David Aguilera.
Fue sobre las cuatro de la tarde. Como ya ocurriera en la primera ocasión en la que se puso en contacto con las monjas lucentinas, en enero de 2014, tuvo que hacer dos intentos. Y es que el primero volvió a encontrarse con el contestador automático de la clausura carmelita. Como entonces, el Papa les dejó grabado un saludo. Unos minutos después Francisco volvió a probar suerte y, esta vez sí, su llamada fue atendida.
Las cinco componentes del convento carmelita pudieron disfrutar de la conversación con Su Santidad por espacio de unos veinte minutos. Según ha indicado David Aguilera, "fundamentalmente, les pidió que recen por la unidad de los cristianos y de las familias y que vivan la austeridad y la pobreza". Según el Vicario Episcopal de la Campiña "el Papa Francisco sabe que las monjas de clausura se dedican a la oración y cuando tiene especial interés en que se rece por algo contacta con alguna de ellas". En esta ocasión, la frase que más subrayó el Papa en su conversación con las monjas lucentinas fue que "el demonio entra por los bolsillos", en relación a los problemas que causa el dinero en la sociedad actual, concluyendo la petición de que trasmitieran su saludo al pueblo de Lucena.
Desde aquella primera llamada para felicitar el año a los monjas lucentinas, hace dos años, Francisco ha telefoneado al convento de San José en al menos otras tres ocasiones. Aquel primer mensaje en el contestador en el que el sumo pontífice les decía: "¿Qué andarán haciendo las monjas que no me pueden atender? Soy el Papa Francisco. Las quería saludar en este fin de año. Voy a ver si más tarde las puedo llamar. Que Dios les bendiga", dió la vuelta al mundo entero.
Es conocida la amistad que une al Papa con la priora del convento, Sor Adriana, que, junto a otras dos hermanas más, son como él, argentinas. Con ellas conviven dos monjas más. Una venezolana y una lucentina, Yolanda Amaya. Sus días transcurren entre la oración y el trabajo para poder sacar adelante la pequeña congregación. Sus labores consisten en confeccionar ropa de bebé, cuadros hechos de tela o imágenes artesanas del Niño Jesús. Este convento celebró en el año 2012 cuatro siglos de existencia.