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Coro de voces de la Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima del Mayor Dolor y el órgano pulsado por las manos de Fernando Chicano Martínez. Los cultos al Titular de la hermandad del Jueves Santo concluyeron con el estreno del Miserere compuesto por el Maestro Chicano Muñoz, una obra compuesta el 28 de marzo de 1946.
En el "Índice de mis producciones" de Fernando Chicano Muñoz, ilustre lucentino del que en este año se conmemora el centenario de su nacimiento, aparece como obra 28, dentro del citado cuaderno manuscrito a modo de catálogo.
Está elaborado para órgano, tenor, barítono, flauta, violín, clarinete en sib y contrabajo. Las partituras de esta creación se observan bastante manoseadas, según revela Fernando Chicano Martínez.
Según algunas informaciones, es posible que lo cantara Gregorio Espejo "Gorito", como tenor, y Gabriel Reina, como barítono, aunque no está totalmente confirmado. El acto se desarrolló a las 21:30 horas, después de un domingo en el que se veneró al Cristo de la Sangre, con la celebración de la última eucaristía del quinario y el devoto besapié. Numerosos fieles rindieron culto al Cristo durante el canto solemne con los hachones rojos característicos de la hermandad.
Fernando Chicano Muñoz nació el 28 de marzo de 1948 en una casa del llanete de la calle Lademora. Junto con unas amigos aficionados a la música, fundó, en 1931, la Agrupación Musical "Amigos del Arte", al principio dirigida por él y, posteriormente, por el Maestro Gordillo. Fue director-fundador de la Coral Lucentina y de la Sociedad Lucentina de Conciertos. Igualmente, conserva el honor de ser el primer profesor del Conservatorio de Música de Lucena que actualmente lleva su nombre y es autor de más de 140 obras musicales.
Este pasado fin de semana comenzaron los acontecimientos en recuerdo de su nacimiento con el descubrimiento de un azulejo conmemorativo en la casa donde empezó a vivir. Estudió las primeras letras en las escuelas de don José Aguado y en el Colegio de los Hermanos Maristas. Muy pronto se despierta en él la pasión por la música. En su infancia, se colgaba en el hombro, a modo de violín, una guitarra de juegue que le regaló su padre en la feria. También usaba una vara y unas cuerdas sujetaban los elementos en sus extremos como si se tratase de un arco.
MANUEL GONZÁLEZ