Los españoles en general somos escasamente partidarios de mantener conversaciones y/o discusiones sobre temas políticos. No obstante, cuando sale a la palestra la reciente elección de Donald Trump como presidente de los EE.UU. una gran mayoría desaprueba dicho nombramiento, criticando duramente sus decisiones e intervenciones porque crispan, aturden y constituyen auténticos despropósitos. Prueba evidente de ello viene avalada por la gran cantidad de manifestaciones que se están celebrando a nivel internacional sobre tan nefasto personaje. Opinión que igualmente se está propagando a través de los medios de comunicación, tertulias de debate y redes sociales. Podrían entenderse las locuras e improvisaciones de este desdichado, pero nunca ser compartidas y votadas nada menos que por la nada desdeñable cantidad del 50% de votantes.
A Trump, en su alocada carrera, lo único que le ocupa y preocupa, no son precisamente los problemas de ética o moral que puedan suponer su peculiar forma de gobernar a golpe de decreto. Su gran interés se centra y radica en que los votantes comprueben que cumple con sus promesas aunque supongan verdaderas locuras. Véase por ejemplo el desbarajuste que ha montado con su última decisión sobre los refugiados, originando protestas en medio mundo y el consiguiente caos en todos los aeropuertos del pais.
Por el momento, tan estrafalario individuo, con boquita de piñón y tupé visera, desde que ha tomado posesión y cambiado y el mobiliario y decoración de la Casa Blanco, a tenor de su esperpéntico y hortera gusto, su única aportación ha consistido en añadir problemas a los ya existentes en EE.UU.
Su obsesión por hacer desaparecer de la mente de los votantes la labor realizada por su antecesor Obama es enfermiza. Nadie, en tan breve espacio de tiempo, ha aprobado tantas órdenes ejecutivas y en la mayoría de los casos altamente cuestionadas, desde el muro mexicano, abandonar el libre comercio, oleoductos, tratamiento de los emigrantes, etc. etc. Recordemos su afirmación de botarate alegando que se puede gobernar perfectamente obviando la política y los políticos.
En cuanto al uso y abuso del mantra "América primero" no es nada nuevo. Donald Trump tiene más que asumido el principio maquiavélico de que el fin justifica los medios y eso supone una concepción del poder altamente peligrosa. Confiemos en que con el tiempo la situación se tranquilice, puesto que de lo contrario serán muchos los que saldrán perdiendo y entre ellos España.
Guste más o menos, Trump, representa una seria amenaza para la Unión Europea en función de sus desafortunadas medidas adoptadas, y como consecuencia que nuestro futuro resulte impredecible, todo lo cual ha sido ratificado por el presidente del Consejo Europeo, Donald Dusk, a través de la comunicación enviada a los 27 líderes europeos de cara a la cumbre que se celebrará en Malta el próximo 3 de febrero.
Es muy lícito el sentirnos orgullosos de nuestros logros y dignidad pero habrá que contar con la opinión de los restantes países miembros. Europa debe permanecer unida, tarea que no resultará muy fácil, teniendo en cuenta que serán varios los países que celebrarán elecciones en este año y la complicación añadida de como se posicionará Mariano Rajoy como presidente del Gobierno de España en la citada cumbre maltesa.
José-Tomás Cruz Varela