Dos han sido los grandes errores cometidos por el Gobierno del PP en torno al secesionismo catalán. El primero no haber zanjado desde el primer momento las pretensiones separatistas, a sabiendas de que el Estado dispone de recursos legales para impedirlo, y el segundo, actuar siempre a la defensiva, estimando que el adversario, al igual que en ocasiones anteriores, se conformaría con nuevas concesiones como se le han otorgado a lo largo de los años –entre las cuales figura el incumplimiento de todas aquellas leyes que la Generalidad ha considerado lesivas para sus intereses– o bien tapándose sus respectivas porquerías.
Actualmente todo ha cambiado y parches y componendas ya no sirven, lo que en teoría obliga a pasar a la acción dado que la candidatura "Juntos por el si", no dará marcha atrás en su idea de romper con España, apoyándose en unas elecciones autonómicas que unilateralmente han convertido en plebiscitarias, algo inviable legalmente. Si en efecto la candidatura separatista, tal como vaticinan las encuestas, supera el listón del 40% de los votos, con el respaldo de la CUP, entre las dos formaciones alcanzarán holgadamente los 68 diputados para hacerse con la mayoría absoluta.
Guste o no, este es el escenario propiciado por una campaña muy agresiva pero eficaz, principal objetivo de Arturo Mas, quien hábilmente ha sabido vender futuro e ilusiones a los suyos, convenciéndoles de que en una Cataluña sin España todos vivirán mucho mejor, dado que para la Generalidad los españoles solo somos una carga de la que hay que liberarse a cualquier precio.
Todo este planteamiento puede ser considerado como una torpeza y vulgar falacia, y en efecto hay mucho de ello, pero no olvidemos que el nacionalismo han contado con la colaboración de la mayoría de los medios de comunicación, a golpe de muchos millones de euros que los independentistas interpretan como muy bien empleados.
Ahora la casuística se centra en como reaccionará el Gobierno a partir del día 28 en caso de que el escrutinio arroje un resultado adverso para el colectivo de los que están en contra de la ruptura. La CUP, al parecer, está dispuesta a colaborar con los independentistas, con lo cual lograrían ser mayoritarios en el Parlamento Catalán, si bien dicen no estar dispuestos a admitir a Mas como presidente, generándose un cisco importante, pensando en el lugar en que quedaría dicho político, lo que supondría su cese como personaje público, salvo alguna maniobra de última hora.
Existe otro aspecto sobre el que reflexionar. Las autonómicas catalanas y las generales solo estarán separadas por tres meses cortos, con lo cual, los partidos enemigos del secesionismo tienen la cabeza puesta es estas últimas, y algunos, como en el caso de Podemos, también intentan sacar tajada de las primeras, resaltando que los convergentes pactaron con los populares la amnistía fiscal y la reforma laboral, y de paso al partido de Mas por su 3% que considera un expolio fiscal. Según Pablo Iglesias, "lo mejor sería echarlos a los dos: Rajoy y Mas".
La única realidad es que los españoles, incluidos los catalanes, están saturados de campañas electorales, debates y tertulias con comportamientos vergonzantes en los cuales todos mienten, insultan y se descalifican con tal de arañar un puñado de votos que les garantice el sueldo de otros cuatro años en el puesto. La ciudadanía ya se ha acostumbrado a zanjar las discusiones sobre los políticos con afirmaciones similares, siendo la más repetida con diferencia la de "todos son igual de chorizos", sin entrar en disquisiciones ideológicas.
Igualmente eluden referirse a la corrupción –más aún las formaciones tradicionales, PP y PSOE–. Lo suyo es ocultar la realidad y que todo permanezca debajo de las alfombras. Del resto que se ocupen las encuestas o los oráculos de tendencias, cuyas conclusiones dejan atónitos a los votantes sin entender de que va la cosa. En la misma línea se encuentran los pomposos gurús, especialistas en manejar ciertos conceptos como: democracia, limpieza, transparencia, honestidad, etc. a las mil maravillas. Embaucadores altamente preparados, especialistas en criticar al enemigo con tal de que prospere su patrocinado. Pero tranquilos, porque ya solo restan cinco días para el 27-S.
Como final es cierto que Rajoy se juega mucho en las elecciones catalanas. Su empeño en basarlo todo en la "cultura de miedo" dibuja un mar de dudas. En cuanto al presidente de la Generalidad, limitarse a desmentir las acusaciones y advertencias de los populares, siendo consciente de que se encuentra ante su última oportunidad y fracasar, no solo significaría la pérdida del poder sino lo que este representa a todos los efectos, suponiendo que a la postre no sean sus propios colegas de candidatura, Raul Romeva y Oriol Junqueras los que lo pongan en la puta calle (con perdón).