Tiempos modernos para Santiago

03 de Mayo de 2011
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Cuando vi Dogma, la película de Kevin Smith, realizada en los pasados años 90, me quedé de piedra cuando contemplé cómo uno de los personajes, un cardenal de un lugar de Nueva Jersey, había renovado la imagen de Jesucristo, pasando del «deprimente» (así lo llamaba) crucificado, lleno de llagas y sangre, a uno sonriente, acogedor y actual, al que llamaban en el colmo de lo irrespetuoso «Jesucristo colega». Su fin en el filme era acercarse a los fieles, cambiando la imagen tradicional por otra moderna, juvenil, adaptada a los tiempos actuales. Por esto, cuando contemplé el nuevo Santiago en su Parroquia, se me vino cada fotograma de la delirante película de Smith y me asustó el hecho de que se había vuelto realidad lo ficticio.
Ahora el apóstol Santiago aparece sin la espada con la que nunca hirió ni mató a nadie, sin la bandera de su Orden que lleva su mismo nombre y sin el sarraceno caído, que representa a uno de los enemigos de la Cristiandad, dejando únicamente su blanco caballo como rasgo de su actitud guerrera. En pocas palabras, en lugar de mantener la antigua imagen del Santiago Matamoros y de haber realizado una nueva del gusto moderno, como contrapunto de reflexión y educación de la evolución cristiana, se ha optado por modificar la tradicional, cambiando al mismo tiempo una representación de una de las leyendas que conforman nuestro país, que es España nos guste o no, donde convivieron cristianos, judíos y musulmanes, matizando que en la definición de «convivir» no se indica si bien o mal (aunque personalmente creo que pasaría lo último).
A esto debe sumarse la alteración de una imagen artística anterior al siglo XX (quizá del XVIII o del XIX), que no sé cómo ha podido ser mudada fácilmente en un provechoso Santiago ecuestre, teniendo en cuenta que todos los años sale a la calle y que por esto mismo debería tener devotos, que se habrán debido de quedar perplejos ante el cambio radical.
Es evidente que, si en la ficción de Dogma se prescinde de los elementos determinantes de Cristo para la salvación de los hombres, en la realidad de Santiago se repudian los factores de los que según la leyenda hizo gala el apóstol para ayudar a los cristianos en su lucha contra sus antagonistas. En definitiva, de la imagen se eliminan rasgos típicos de Santiago para hacerlo moderno, acorde con los tiempos actuales; imitando para tristeza mía una ficción sin sentido del cine. Es más, en este momento yo no sabría si elegir entre lo absurdo del cine o lo de la realidad; sin embargo, como se encuentran unidos, será por algo.
Volvamos la vista varios años atrás, cuando el séptimo Arte tuvo un momento crítico en el que dejó a verdaderos mitos en el camino sin contemplación: cuando el sonido, la voz y el ruido llegaron, muchos de los actores y actrices sufrieron un duro revés en su carrera. Muy pocos se adaptaron y muchos desaparecieron. Entre los primeros, logró salvar su vida Chaplin, quien en la película Tiempos modernos luchó contra viento y marea para que Charlot, su personaje más conocido, perviviera. Una de las mejores escenas se encuentra hacia el final, cuando el protagonista, que no había hablado nada durante el largometraje (sonoro y mudo al mismo tiempo), tiene que interpretar una canción. Para grata sorpresa nuestra, Chaplin hará que por primera vez oigamos la voz de Charlot que cantará una letra incomprensible, ininteligible. Es decir, lo único que nos ofrece Chaplin por boca de su personaje es un sinsentido: puesto a actualizar como sonoro a un personaje mudo es la mejor opción, por lo que espero que haber modernizado a Santiago no haya sido una inoportuna charlotada.
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