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El Marxismo puso en evidencia las profundas desigualdades sociales que, ya desde el nacimiento, son inherentes al sistema capitalista. Precisamente la Socialdemocracia nació para, sin rupturas ni traumáticas revoluciones, mitigar esas desigualdades sin abrazar el Marxismo como método de transformación social.
El Estado del Bienestar, resultado directo de la acción política de la Socialdemocracia, es consecuencia de la negociación, a partir de 1945, con la Democracia Cristiana para evitar el contagio, a la Europa Occidental, del Marxismo real representado por la Unión Soviética.
En ese contexto Karl Popper definió, desde el punto de vista liberal, los males que podían ser resueltos en el seno del Estado del Bienestar:
- Pobreza.
- Desempleo.
- Enfermedad.
- Discriminación racial y religiosa.
- Falta de oportunidades educacionales.
- Diferencias de clase.
Ciertamente está en la raíz más profunda de la Socialdemocracia, la eliminación de esos males mediante la concertación política y, hasta la llegada de la era de Thatcher y Reagan y la derrota del Comunismo Soviético, así fue. Desde entonces la Socialdemocracia ha perdido empuje y convicción, victima al tiempo de su propio éxito y de la desaparición de la amenaza comunista, noqueada por la evidencia del final del sueño de un Estado del Bienestar capaz de contener a los poderes económicos-financieros.
Vemos como en toda Europa los dirigentes de la Socialdemocracia se rinden, con armas y bagajes, al dictado de los llamados mercados en realidad el capitalismo de siempre transmutado en financiero-, atentos solo al crecimiento económico, sin importar si ese crecimiento supone, como efectivamente está suponiendo, el empobrecimiento y depauperización real de amplias capas de la población.
Es por eso que la Socialdemocracia constituida en España, al igual que en la mayoría de los otros países europeos, por el Partido Socialista debe acometer una profunda revisión de su acción política, volver a sus orígenes, plantear una alternativa real y creíble, desde sus propios postulados, a la ola neoliberal que nos empobrece y asfixia, desembarazarse del pesado fardo de los arribistas del poder y, en definitiva, aspirar al gobierno para, efectivamente, hacer posible la igualdad social y de oportunidades continuando con la eliminación de los males que Karl Popper señalo como objetivo del Estado del Bienestar y que el ultraliberalismo rampante, en su inmoderado afán de lucro, se ha empeñado en recuperar.
Juan M. Roldán