Hay un hecho incontrovertible, las elecciones las gana aquel que gobierna. El mantra de la derecha, cuando ha sido la más votada pero no ha podido gobernar, sobre listas más votadas, pactos de perdedores, pactos oscuros en despachos oscuros se ha demostrado como lo que siempre fue, excusas de mal perdedor.
Hechos son amores y no buenas razones dice el refrán y hechos que no amores son los pactos de la derecha una y trina allí donde la aritmética electoral les permite alcanzar el gobierno. Atrás quedaron las invectivas contra los pactos de perdedores, las falsas invocaciones a la pureza democrática para que gobernase la lista más votada y demás verborrea retórica tan querida a las derechas.
Las derechas tienen toda la legitimidad para gobernar allí donde puedan formar mayoría y nadie se lo discute en claro contrate con lo que en ellas es habitual cuando no consiguen el apoyo popular para sus propuestas electorales. Pero hay una diferencia, el PP no ve inconveniente alguno en pactar públicamente con su escisión política VOX al contrario que el otro partido de la derecha CIUDADANOS que se empeñan en negar la evidencia tomando por débiles mentales al común de los electores al negar, con una retórica ramplona, la evidencia de su connivencia política con los herederos políticos del franquismo.
Pero lo que de ninguna manera es de recibo en un sistema democrático son pactos secretos entre los actores políticos que acceden al gobierno precisamente en virtud de esos pactos. La negativa infantil de CIUDADANOS a reconocer su dependencia política de los herederos franquistas a llevado al esperpento de pactos entre el PP y CIUDADANOS por una parte y pactos entre el PP y VOX por otro del cual su contenido, en clara contradicción con la democracia y la transparencia, se mantiene en secreto, cuando no es posible el gobierno de la derecha sin el concurso de las tres ramas electorales de esa derecha.
Es legítimo que la derecha gobierne allí donde los electores no han elegido una mayoría de izquierdas, pero ciertamente es deplorable el espectáculo que ofrecen intentado disimular su connivencia política e ideológica con riñas propias de patio de colegio.