Opinión: "El rostro del poder", por Juan M. Roldán

30 de Marzo de 2014
 Opinión: "El rostro del poder", por Juan M. Roldán
Opinión: "El rostro del poder", por Juan M. Roldán
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Una vez que los españoles, a escote, hemos salvado el negocio bancario de unos pocos, ahora debemos colaborar, otra vez a escote, en el salvamento del negocio de las autopistas de peaje.
 
Los polvos esparcidos desde 1996 (en esa época se tomó la decisión política de construir esas autopistas)  son los lodos que ahogan, hasta asfixiarlas, a las empresas que, en su momento, hicieron el gran negocio construyendo esas autopistas que se ahora se revelan ruinosas.
 
Hay un dicho que, aunque tal vez cínico, refleja  la realidad. “El que tiene pase pasa y el que no tiene pase no pasa”
 
Quien puede negar que los dueños de grandes empresas, administradores, políticos de toda laya  y demás privilegiados tienen pase, y que por eso los ciudadanos de a pie, que no tenemos pase, estamos pagando sus desmanes económicos mientras los poseedores de esos pases disfrutan placidamente de sus regalías sin que por otra parte haya posibilidad real, en virtud de la leyes que precisamente aprueban los que tienen pase, de que respondan con su patrimonio de los perjuicios causados por mor de su codicia.
 
En cualquier caso es legitimo preguntarse ¿Por qué el estado, es decir todos, debemos acudir en auxilio económico de esas elites? Que cada uno responda según su parecer, pero no debemos obviar un hecho incuestionable, incontrovertible y, al menos en mi opinión, vergonzoso. Bastaría la mitad del dinero destinado a salvar el negocio de las autopistas para solucionar los problemas  de pobreza que, de forma creciente,  se están dando  en España.
 
No es que lo diga yo, “un rojo peligroso al fin y a la postre”, lo dice Caritas por boca de uno de sus directivos. Es aterrador; el estado destinará varios miles de millones de euros para salvar de la quiebra un negocio particular mientras dice no tener recursos para paliar la creciente pobreza que sus políticas económicas provocan.
 
Cierto que gobernar es elegir. Y el gobierno elige. Cierto que está en su derecho, es un  gobierno legitimo y democrático. Elige salvar de la quiebra a unos privilegiados, que de haber salido bien el negocio jamás hubieran compartido sus ganancias y elige  no salvar de la miseria, mediante la implementación de políticas sociales, a miles y miles de familias que, como la mayoría de nosotros, jamás se plantearon otra cosa que subsistir, día a día, con el fruto de su trabajo.
 
Si, esa es su elección y no otra. Ese es hoy, aquí y ahora, el verdadero el rostro del poder.
 
Juan M. Roldán
 

 

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