Con cien años cumplidos se ha ido una leyenda del tango, un renovador y un músico sin igual. Ya nos ha dicho adiós Horacio Salgán, cuando vuelvo a su obra, en particular, a su extraordinario A fuego lento y a la versión de Trenzas, ese poema de Homero Expósito hecho para el tango, a la que pone voz otro grande: Edmundo Rivero. Y se apena mi alma de escucharlo ahora, después de varios meses sin hacerlo. Que yo diga que el maestro Salgán es grande no tiene mérito. Su obra lo dice por sí sola.
Nacido en Buenos Aires en junio de 1916, ha fallecido el pasado 19 de agosto. Pianista, director y compositor imprescindible, no es este el lugar para hacer aquí una semblanza biográfica, tan extensa como los años que vivió, y en la que tendríamos que hablar de nombres importantes de la música argentina, como Roberto Firpo, Leopoldo Federico, Pedro Laurenz, el ya mencionado Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche y Aníbal Troilo, sin olvidar a Ciriaco Ortiz y a Ubaldo de Lío; lo que ocuparía mucho espacio. Por eso, traigo aquí lo que dicen de él tres buenos conocedores del tango.
Rafael Flores, en El tango. Desde el umbral hacia dentro, comenta que «Horacio Salgán demuestra que el ritmo puede tener otro dibujo y que un tango bailable no necesariamente debe ser de marcación cuadrada y simplista; demuestra lo contrario con abundante inspiración armónica y hábil inventiva».
Horacio Ferrer en El libro del tango. Crónica y diccionario (1850-1977) habla sobre el maestro extensamente (cuatro páginas de diccionario y la información se limita a 1977). En resumen, dice que «definió –en plena juventud– un estilo musical rotundo, serio, sin la más mínima vacilación de fondo o de forma […]. Su obra, en plano de conjunto y en rigos de claves estéticas y temperamentales, es una suerte de isla que sólo se asocia vagamente con los estilos que la precedieron, en una soledad misteriosa, esencial, a la que es muy difícil encontrar equivalentes en toda la historia del tango». Anota también que sus tangos interpretados por otros pierden gracia y belleza, al no tener la personalidad de su compositor.
José Gobello, en Breve historia crítica del tango, corrige a quienes afirman que Astor Piazzolla fue el primer vanguardista del tango, para lo que recoge la siguiente anécdota de este músico argentino, en la que este contaba que iba a escuchar a Salgán a un local cercano en los descansos de la orquesta de Troilo, de la que formaba parte y que «se sintió tan sorprendido por ese 'tanguismo' tan particular que por un tiempo perdió toda esperanza de concretar un futuro brillante como arreglador y compositor de tangos». Por lo tango, «el verdadero gestor de la vanguardia en el tango es Salgán». Gobello es sincero y nos dice que ha tomado la anécdota del libro Horacio Salgán: la supervivencia de un artista en el tiempo (que lleva prólogo, precisamente, de Horacio Ferrer) de Sonia Ursini, Académica de la Nacional del Tango.
Por último, las palabras del maestro que se nos ha ido: «El estilo propiamente dicho está en aquellas pequeñas dosis de personalidad o de forma personal que puede poner el intérprete, sea arreglador o sea director, al hacer las cosas a su manera».
Al menos, nos queda lo que dejó de él en A fuego lento, A don Agustín Bardi, A una mujer y La llamó silbando. Ahí te escucharemos siempre.