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A Esther, mi libro favorito.
He metido mi nariz en muchos sitios pero donde más cómoda se ha encontrado es entre las páginas de un libro. Un libro sobre una estantería es como una nube blanca y esponjosa sobre un cielo azul, lejano pero accesible, el lugar donde recostarse usando la imaginación. La literatura ha nutrido mi experiencia hasta el punto de que soy lo que he vivido y lo que he leído.
El poeta Wallace Stevens solía decir que la buena literatura debe ser capaz de cambiar a una persona, procurarle placer y ser extraída de la realidad. Es decir, un buen libro puede hacernos personas más experimentadas, es un feliz antídoto contra el aburrimiento y procede de la realidad para desvelarnos una dimensión inaudita. Un libro es un descubrimiento, un hallazgo de papel.
Cuando leemos jugamos con la imaginación, construimos nuestra experiencia sobre lo que no hemos vivido pero sí hemos imaginado. Habitualmente vivimos más sobre nuestras ideas que sobre la realidad por eso es importante alimentarlas bien. La lectura nos proporciona ideas más inteligentes sobre el mundo que nos rodea. Cuando leemos todo se torna más sugerente. Incluso, como dice Harold Bloom, al leer nos volvemos más interesantes para nosotros mismos y para los demás, es decir tanto en nuestra proyección interna como en nuestra proyección externa. Un lector es una persona más atractiva y su mundo interior y exterior más seductor.
La lectura nos hace más empáticos al expandir nuestra capacidad para asumir lo que le está pasando a otra persona. La literatura es una tecnología que nos permite introducir los sentimientos, experiencias e ideas de otras personas en nuestra cabeza y al hacerlo observamos y escuchamos el mundo desde una nueva posición. La empatía que nos proporcionan algunas historias literarias nos convierte en personas más sensibles y pacíficas. La buena literatura es un proyecto de pacificación.
El poeta Charles Simic ha escrito que un poema es un secreto que todos saben pero que no se han contado los unos a los otros. En efecto, la poesía, y la literatura en general, poseen algo de intimidad y reserva compartida.
Os deseo un día del libro íntimo, reservado, compartido, empático, inteligente, imaginativo y confortable, como la vida y la literatura.
Javier Vega Gómez es Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid.
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