Dos escenas lamentables, por Alfonso Jiménez

Alfonso Jiménez
Escritor
27 de Enero de 2015
En las dolorosas circunstancias que nuestro país está viviendo, sobran motivos para indignarse con cualquiera de las múltiples noticias de corrupción y pillaje que a diario descubren los medios de comunicación por todos los puntos de España. Pero no hay que irse muy lejos para detectar casos lamentables, ya que bastante cerca, a nuestro lado, podemos descubrir miserias que, por estar autorizadas, duelen mucho más. El relato que narro a continuación se basa en un hecho real que he presenciado inesperada y recientemente.

Bien de mañana me comencé a calentar tras haber leído que, además de los 2.530.000 funcionarios fijos que existen en España, hay otros 877.000 eventuales e interinos, y que también hay más de 6.000 asesores en las autonomías, diputaciones y ayuntamientos de nuestro país. Rajoy y Soraya acumulan 246 asesores externos. Ana Botella tiene una cifra parecida, aunque ya ha prescindido de dos coches oficiales y tres guardaespaldas que le acompañaban a la peluquería. Casi nada.

Pues bien, desde hace unos años gestiono desinteresadamente el cobro de unos recibos de personas suscritas para una revista solidaria. Con este motivo, me dirijo a una entidad financiera para hacer el ingreso correspondiente al año pasado. Llego a la oficina y espero mi turno para ser atendido. Pasados 20 minutos, la anciana que me precede se acerca a Caja y dice: Quiero meter 30 euros para la cuenta que aquí tiene mi hijo. La empleada le avisa que eso cuesta 3 euros de comisión. La mujer pregunta:
  -¿ Eso no es mucho? Antes no costaba tanto.
  - Por desgracia o por suerte, todo sube.  ¿A usted no le ha subido la pensión?
  - Me ha subido 1 euro al mes, así que con este ingreso para mi hijo, que está en paro, vosotros os lleváis mi subida de 3 meses. Que Dios os lo pague. Y se va muy enfadada.

Presencio la escena con disgusto, pero guardo silencio porque comprendo que la empleada obedece órdenes, aunque me choca que pretenda justificar la comisión con un argumento tan injusto.

Llega mi turno, digo que quiero ingresar 120 euros en tal cuenta y pido, por favor, que me dé el justificante por duplicado, ya que uno es para enviarlo a la entidad benéfica y otro para mí. La chica correctamente me indica que los ingresos a terceros llevan una comisión mínima de 3 euros y que no me puede dar más que un solo justificante que es lo que le permite el sistema informático.
  - De acuerdo, pero le ruego que me dé una fotocopia del mismo, si no le importa.
  - No me importa, pero la fotocopia vale 1,50 euros, me responde.
  -¿Eso vale una fotocopia?, le pregunto extrañado.

La joven me nota contrariado y me advierte que en todas partes se cobran las fotocopias. Le respondo que sí, pero que valen como mucho 10 céntimos y que haré la fotocopia en la tienda de enfrente.

Hago el ingreso y me marcho disgustado porque me duele que alguien, aunque obedezca órdenes, pretenda justificar lo injusticable. Sería más prudente callar cuando se trata de una entidad en dificultades por su mala gestión y rescatada con el dinero y la ayuda de todos. De pena.
 
 
Otros artículos de Alfonso Jiménez en su blog: La Carpintería
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