El escritor granadino Francisco J. Segovia aconsejaba en Twitter que, cuando la inspiración falta, hay que leer, reseñar o publicar en revistas o en la web. Yo le confesé que solía hacer todo lo contrario: deporte, videojuegos… Porque entonces parece que mi mente suele echar de menos la literatura y poco a poco me vuelve a ella y, con ella, la inspiración. Así, mientras hacía deporte, más por voluntad de poder que por afición, pensaba en qué demonios pasa con la poesía comercial de hoy, cómo es posible que las editoriales publiquen y vendan como rosquillas libros en los que la palabra más repetida sea «follar» («Fóllame en nombre de la lucha por la igualdad» escribe uno que vende más de ochenta mil ejemplares, y no se le cae la cara de vergüenza poética porque el papel lo aguanta todo), para qué escribir. Y en esto que me acuerdo de que el poeta lucentino José Puerto se había preguntado en un poema para qué sirve la poesía… Más o menos. Recordaba que lo había escrito pero no cómo lo había escrito. Por lo que, en cuando pude, tomé sus libros: La esencia prometida, Agua por la fontanela y Recolecciones. Me detuve en algunos poemas –soy partidario de la relectura– hasta que al comienzo del último título, Recolecciones, hallé el que buscaba titulado «Señora poesía», cuyo primer verso dice así:
Aviso que este poema no sirve para nada.
Tal y como dice su título, al menos en su sentido etimológico, con el nombre de Recolecciones se recogen poemas, de estilo y temática variados, dispersos en distintas publicaciones tanto en papel como digitales. Es, sin duda, una magnífica idea la de tener en un solo volumen los más de cincuenta poemas que de otra manera hubiera sido muy difícil agrupar, porque, además, la poesía de José Puerto pervive en el tiempo o, como suelo decir, está fuera del tiempo, pues dentro de cincuenta años se leerá y tendrá la misma fuerza que hoy, del mismo modo que si se hubiera escrito hace cien años; lo que es admirable, especialmente, al no dejarse arrastrar completamente por las modas y los estilos imperantes de la actualidad.
El autor «recolecta» los poemas en siete apartados, siete declaraciones que atestiguan su visión poética.
Y afirmo convencido, que a poco que tengamos
los ojos expectantes, la lámpara encendida,
templados los sentidos y limpia la conciencia…
Veremos las señales salir a nuestro encuentro, […]
Posarse, como vuelos de almíbar, los milagros…
Una poesía en la que la palabra (y su forma) es esencial, que se mueve entre el humor y la gravedad, en la que se demuestra que el poeta es un magnífico hacedor de ritmos y en la que se agradece la lectura de lecturas y el oído de literatura tradicional.
Yo no sé muy bien quién soy
mas estoy cierto
de que mi alma es ya muy vieja
y atesora
su memoria cual melón dulce y maduro
en el misterio hondo y recóndito del pozo,
como un tesoro hundido en el Mar Nuestro.
Se puede pensar todavía que aquel poema no servía para nada, pero a mí me ha valido para releer Recolecciones, escribir este artículo a modo de reseña y publicarlo en este diario; es decir, aquello que el escritor Francisco J. Segovia señalaba que se hiciera cuando faltaba la inspiración. Ojalá esta se me diera por entero para escribir poemas como «A mi Penélope, en el puerto de Algeciras» de José Puerto, al que suelo volver para recrearme con versos como estos:
Tú sabes que eres tú, aunque yo lleve el apellido
mi puerto en cada amor y mi amor en cada puerto,
mi amarre, mi arrimo, mi ensenada y mi ense… todo;
tú sabes que a la calma bahía de tus ojos
llegan colmadas de ultramarinos, de libertos
y gaviotas… las naves de mis deseos ardidos.