No ha sido por atropello, ni acuchillada, ni víctima de un tironero. A Julia Garijo , 94 años, le ha causado la muerte una Ley de Pensiones injusta y unos políticos ineptos que sólo merecen nuestro desprecio. Otra indignante noticia que, una vez más, han silenciado los grandes medios y que sólo han publicado un par de digitales no dependientes de ayudas del Gobierno.
Julia se había criado con su familia en Madrid, pero cuando tenía doce años se tuvo que separar de su hermana después de que su padre, contrario a los "nacionales", fue asesinado en 1936. A partir de entonces ya se vieron muy pocas veces y cada hermana vivió su vida como pudo, pero siempre con fuertes carencias hasta el final, pues a ella le quedaba una pensión mínima de viudedad de 600 euros y Encarna, su otra hermana, solo tenía una pensión no contributiva de 380.
Hace dos años Julia sufrió una fractura de cadera y decidió dejar Madrid para vivir los últimos años de su vida con su hermana que estaba internada en una residencia pública de Matamala de Almazán (Soria). Allí las dos ancianas pasaban juntas los días compartiendo los recuerdos de su niñez hasta que la guerra civil las separó.
Pero su convivencia tampoco pudo ser feliz en la senectud. Hace unos meses llegó una carta de la Junta de Castilla y León notificando a Encarna que, para seguir cobrando la pensión no contributiva, no podía compartir la "unidad familiar"que su hermana y ella habían formado al unirse en la residencia, puesto que, según lo ordenado en la Ley de Pensiones, los ingresos entre ambas residentes no podían pasar de los 8.900 euros al año, que ellas superaban por muy poco.
Al conocer esta noticia tan dolorosa, Angel Martín, un amigo de ellas, se movilizó en las redes sociales y recogió 135.000 firmas que entregó al PSOE, partido que presentó una proposición para modificar este punto de la normativa de la Ley de Pensiones, pero " fué vetada en el Congreso por el PP y Ciudadanos". Increíble.
Ante esta medida tan indigna y para evitar que a su hermana Encarna se quedara sin la pensión de 380 euros, Julia decidió dejar la residencia de ancianos y volverse a Madrid a vivir de nuevo separadas. Pero solo ha sido por tres meses. Hace unos días ha muerto a los 94 años, víctima de esa soledad impuesta hasta en su vejez. Nadie lamentará su muerte, ni siquiera su hermana a la que no se la han comunicado "para no herirla". Suma delicadeza.
Esta es una muestra vergonzosa de lo mucho que trabajan por los más vulnerables unos políticos que alardean casi todos de "dejarse la piel" sirviendo a los demás, pero que para ellos están permitidos unos sueldos, dietas y gastos extras que, individualmente, casi nunca son inferiores a los 50.000 euros al año, cinco veces más de lo que entre las dos hermanas percibían. Qué pena y cuánta indignidad.
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