19 de enero de 1705, el arquitecto Francisco Hurtado Izquierdo es reclamado en Granada por el arzobispo, don Martín de Ascargorta, muy interesado en él después de tener «los mejores informes de su habilidad y mérito», según las Actas capitulares de la Catedral de Granada. El arzobispo lo alojó en casa del racionero, don Juan Rico, y lo puso a prueba: tenía que realizar el diseño de un sagrario para la catedral, según su estilo más personal, pero debía trazarlo para las dimensiones que había tenido el antiguo. Así que, encerrado en la casa del racionero, sin saber si lo estaba haciendo por la vida o por la muerte, parafraseando a Federico García Lorca, Hurtado Izquierdo dibujó los planos del sagrario, con una original planta de cruz griega, y escribió los debidos comentarios en menos de veinticuatro horas. Ascargorta pidió consejo al cardenal Salazar que no dudó en animarlo a trabajar con nuestro arquitecto, cuyo proyecto aprobó José de Mora tras examinarlo. Hurtado, entonces, fue nombrado maestro mayor de la Catedral de Granada el 22 de enero de 1705. No quiso renunciar al cargo que ostentaba en Córdoba y, por lo visto, dividía el tiempo entre las dos ciudades, lo que influyó en la lentitud de las obras, que habían comenzado inmediatamente, junto a los problemas financieros; por lo que quedaron suspendidas. Entre los hombres que colaboraban con él, se hallaba un paisano suyo, el lucentino José de Bada, quien retomaría en 1717 el proyecto, que modificaría ligeramente, al eliminar elementos de mayor impacto visual (como las columnas salomónicas de la portada) por algo más sobrio. De él es la crítica hacia Hurtado de que este creía que «las piedras son tan ligeras como los pensamientos».
Hurtado realizó otros dos trabajos para la Catedral: uno fue el retablo de Santiago, de 1707, que es en Granada el primer uso del estípite («pilastra en forma de pirámide invertida», según el DLE); Taylor, el mayor investigador de Hurtado, no duda en destacarlo dentro de la historia del retablo en España y añade que es el primer y claro adelanto «de subestructuras arquitectónicas que serían usuales a partir de 1720». El otro trabajo fueron los púlpitos de mármol, realizados entre 1713 y 1717, según un modelo de Florencia que Hurtado modificó y que, sugiere Gallego Burín, pudo ser el motivo por el que rompió con el Cabildo catedralicio.
Pero su gran obra estaba por llegar, precisamente, en este periodo: el Sancta Santorum del monasterio de la Cartuja de Granada, que, en palabras de Antonio Bonet Correa, «creó un conjunto unificador de espacio y decoración». Desde 1709 se hizo cargo de la obra y decoración hasta acabarla en 1720. El Sagrario, que posee una planta cuadrangular con cubierta sobre pechinas, destaca por la sutileza del contraluz, el arriesgado diseño de los mármoles de la solería y paredes, las yeserías doradas y otros aspectos plásticos, como las tallas en madera policromada de nombres de primera línea, maestros de la escultura como el ya citado José de Mora, Pedro Duque Cornejo y José Risueño; y los frescos de Antonio Palomino en la cúpula y las pechinas. En el centro, Hurtado construyó un genial tabernáculo de mármoles rojos y negros. Como apuntó, Bonet Correa: «La idea de Sancta Sanctorum entraña, pues, un misterio, un aislamiento que Hurtado amplifica y lleva a sus consecuencias límites, interponiendo entre el adorador y el amado una barrera que sin embargo, no es obstáculo para la vista, para el goce distante y velado de lo inaccesible y sobrehumano».
Otras obras con las que se le relaciona son el camarín de Nuestra Señora de las Angustias de Granada, aunque él no participó, sino que valoró los trabajos (así me lo apunta Manuel García Luque, citándome a Gallego Burín y a los hermanos López-Guadalupe); y, en especial, la Sacristía de la Cartuja, de la que se desconoce el autor, pero que parece de Hurtado (Taylor apunta que la obra comenzó en 1732, ya fallecido Hurtado, y que es probable que otro arquitecto «revisara y modernizara las trazas del arquitecto difunto»).
Hurtado se establecería en Priego, localidad que está entre Córdoba y Granada, en 1713, tras ser nombrado administrador de Alcabalas, Propios y Arbitrios, gracias a los cartujos. La fama que le dio el Sagrario de la Cartuja granadina fue más allá de Andalucía. Así, se encargará de realizar otro para el Monasterio de El Paular, en Rascafría, cerca de Madrid, en 1718; pero de esto y de sus últimos años nos ocuparemos en otro momento.
Manuel Guerrero Cabrera