La Soledad, decana de las cofradías pasionistas lucentinas, creada en 1564, protagonizó un Sábado de Gloria marcado también por las inclemencias meteorológicas. La hermosa talla del imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte, salía de su parroquia a las nueve de la noche, medía hora después de lo previsto, y con un recorrido de circunstancias, a la espera de nuevas precipitaciones al filo de la medianoche. Así, su Junta de Gobierno acordaba acotar el trayecto a su propio barrio, subiendo la calle Correo, Ballesteros y Ancha, para encerrarse en la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores (Felipenses), sede de la cofradía del Sagrado encuentro.
A duras penas, la larga comitiva de hermanos de vela y mantillas, encabezada por la valiosa cruz de guía de madera dorada, insignia destacada de esta cofradía del Sábado Santo lucentino, se abría paso entre el público que llenaba el llanete de Santiago. La Virgen de La Soledad fue mandada ayer por José Antonio Encabo Yebra.
Capirotes negros con la cruz de Malta grabada en blanco, fajín de esparto y cera en el largo tramo de hermanos de vela; oración, rosario en mano, en la nutrida corte de mantillas que acompañaron a la Señora de Santiago por las escasas calles por las que discurrió el desfile procesional, repletas de público en todo momento, y lo mejor del arte de la saeta en los balcones y a pie de calle para una de las escasas procesiones de la noche del Sábado de Gloria en la comarca sur cordobesa.
Las fotos las firma Jesús Cañete Fernández.