El fantasmal aterrizaje en el Lucena CF de Holding World Spain, una organización ficticia cuyo rimbombante nombre cautivó a los aficionados y políticos locales, determinó el comienzo de una época de oscilaciones impetuosas. Por cuarta vez en diez años, una catarata de deudas ha obstruido el futuro del club y actualmente un cerrojo blindado inmoviliza y encalla a una institución fundada hace casi medio siglo. Cada trance ha emergido con unas particularidades diferentes, aunque el afán desmedido e irreflexivo de lujos y abundancia y la carencia de una estructura sólida y un funcionamiento reglado, tanto en la cúspide como en la base, han coincidido en todos los momentos críticos de la entidad.
La nefasta gestión, la progresiva insolencia y las incesantes artimañas de Eduardo Bouzón y Javier Martí Asensio han provocado una doble estampida desde que arrancó el curso hasta despoblar totalmente el vestuario. Estos dos dirigentes madrileños imaginaron un paraíso y se toparon con un desierto. Desde el principio, gobernaron con un mando a distancia un organismo acostumbrada al trato directo y en la decrepitud les negaron a sus empleados agua potable, esparadrapos y gasolina para viajar.
Unos incumplimientos acumulados con la Seguridad Social que rondan los 400.000 euros lastran al equipo en los tiempos contemporáneos e impiden percibir subvenciones públicas. A esta cantidad se le añaden diversos embargos judiciales –algunos más consistentes que otros- y las reclamaciones salariales de acreedores, técnicos, futbolistas y trabajadores. Por último, los más de 8.000 euros en números rojos registrados en la Federación Andaluza de Fútbol imposibilitan la tramitación de fichajes, un revés que ha terminado con la paciencia y la moral del honorable Falete y sus formidables ahijados. Esta asfixia –probablemente irremediable- soportada por un Lucena deshabitado rememora otros capítulos negros que se han reproducido periódicamente con más intensidad.
En el verano del año 2006, José González, un agente de futbolistas condenado por estafa y apropiación indebida, embarcó a la entidad en un deslumbrante trayecto sin retorno. Junto a Rafael Godoy, prometió satisfacer un presupuesto de 900.000 euros para ascender a Segunda División B. Los dos conquistadores se esfumaron y en el mes de octubre ya se acumulaban los engaños y las nóminas impagadas. En aquella plantilla militaban efectivos como el memorable capitán Sarmiento, Alfonso Espejo, Rafa Berenguer, los hermanos Lanza, Javi Domínguez, Rafa Navarro, Juanjo Pino y el portero Jon Ander. Un hombre inseparablemente ligado a la historia reciente del Lucena y que falleció a causa de un infarto el 6 de enero del 2013.
A pesar de que siempre lo negó, diversos indicios apuntaban a una relación previa entre el guardameta vasco y José González. Al demostrarse la falacia, Jon Ander se autoproclamó dueño del club, confirmó a Juan Antonio Guardeño –ahora rector del Lucena Futsal- en el palco y afrontó el pasivo generado –supuestamente insufló dinero de su bolsillo- con la ayuda del Ayuntamiento. El alcalde José Luis Bergillos aprobó todas sus ideas, incluida la edificación de un faraónico estadio de fútbol, finalmente rebajado al asimétrico Ciudad de Lucena.
El Lucena logró promocionar a la categoría de bronce y Jon Ander, quien llegó a utilizar incluso el escudo de la cofradía de la Virgen de Araceli –estampado en la camiseta del equipo- para eliminar cualquier desconfianza sobre su amor y fidelidad a Lucena, consiguió el respaldo de algunos empresarios vinculados al por aquel entonces pujante sector de la construcción. Entre ellos destacó Francisco Ramírez Aceituno. A la conclusión de la temporada 2007-2008, un déficit inasumible volvió a sacudir los inestables cimientos del club. Jon Ander, entronizado desde el Consistorio, inició una conversión en Sociedad Anónima Deportiva espoleada por prebostes del municipio y nunca consumada. A los adquirientes de las acciones –valoradas en 1.000 euros- nunca se les repuso de un fraude irresoluto. Luego dimitió tras un serio enfrentamiento con Aceituno y este lo relevó en el lugar principal del palco. El nuevo mandatario llegó a afirmar que había salvado al Lucena.
En las dos temporadas siguientes, los abonados empezaron a menguar y el traslado del Municipal a la Ciudad Deportiva restó otra seña de identidad más a un club de fútbol que también había perdido el escudo y la denominación. Antes de terminar la campaña 2009-2010, las reclamaciones ante la AFE comprometían de nuevo el porvenir. Francisco Ramírez Aceituno se atrincheró en el cargo y finalmente cedió el testigo a una junta gestora que restauró una moderación imprescindible. Rafael Carrillo se sentó en el banquillo y la escuadra lucentinista protagonizó su etapa más gloriosa, disputando dos fases de ascenso a Segunda División y la Copa del Rey. Futbolistas que posteriormente han triunfado en Primera como Javi Lara, Quini o Babin se enrolaron en aquel conjunto.
La apatía de la hinchada, el natural cansancio, las estrecheces financieras y la pretensión de recuperar las aportaciones económicas hicieron desistir a un grupo de personas caracterizado por un altruismo derivado de la prolongada vinculación al Lucena y en el que flotaban –en algunos casos- diversos intereses empresariales. La transmisión de los derechos federativos desembocó en una funesta entrega de poderes a Eduardo Bouzón y Javier Martí Asensio –declarado culpable por un delito societario de administración desleal en el Real Mallorca- rubricada el 4 de junio de 2014.
El Lucena regresó a Tercera División y la tribulación se dilató con otro desembolso depositado al límite del plazo en el sindicato de futbolistas. La imagen de los futbolistas de rodillas sobre el césped para exigir la retribución de sus mensualidades, un declive agravado y las gradas vacías del campo de juego resumen este último ciclo coronado por la falsificada irrupción del inefable morilense Juan Ramón Osuna.