El agua del grifo con la que los futbolistas del Lucena recargan los botes que los alivian en entrenamientos y partidos es un oasis fugaz. La inoperancia de unos dirigentes escabullidos ofusca a una plantilla y cuerpo técnico agigantados ante obstáculos descomunales. El balón lo contemplan como una cadena que los compromete y un eslabón generador de una alianza inquebrantable. Y cuando la soledad más agobiaba y el silencio más ensordecía, este grupo de ilusos, protegidos por un Rafael Carrillo responsabilizado al máximo con una causa que se le ha clavado en el alma, encararon al destino.
Falete gestionó –y tal vez deba sufragar- el medio de transporte que desplazó a la desvalida expedición a Conil de la Frontera. Los padres de los futbolistas, igualmente implicados en una aventura que encandila, costearon unos bocadillos con sabor a caviar tras la gesta. Los azules espartanos festejaron en el vestuario, santuario donde se comparten lamentos y rezuman los rugidos, una gesta que les devuelve los latidos.
Mientras reparten entradas en los centros escolares para rescatar desde la infancia un sentimiento ahora calculadamente menospreciado, estos altruistas obreros del césped recurren a un pasado dorado. Quini y Javi Lara, artesanos de un deleite imperecedero, han enviado sendas camisetas del Rayo Vallecano y del Atlético Kolkata a la cuna de su fama. Pronto se desdoblarán las de Pirlo, Fran González y Amaya. Al precio de un euro, los osados jugadores del Lucena distribuyen las papeletas del sorteo para convertirlas en gasolina, retribuciones arbitrales y alimentos postpartidos. Igualmente, estos tiques de subsistencia también se ofertan en Videoluc, Fontanería José Pérez, Sport Zona, Bar Cojonatos, Barriles, Cervecería El Portón y Bar Jose el del Plaza.
Otro medio de manutención consiste en la venta anticipada de entradas. En este caso, los tiques rebajan su precio hasta los cinco euros y, por ejemplo, permiten asistir al enésimo espectáculo de la fe deportiva, fijado para este domingo a las 17:00 horas y con Los Barrios como adversario. Del mismo modo, se han emitido abonos de 3 encuentros valorados en 10 euros.
El sueldo máximo de cada integrante del plantel nunca supera los 250 euros. Una retribución cuya satisfacción se equipara a lo utópico y únicamente se aspira a seguir compitiendo. Probablemente, las incontables carencias las supliría la humanización de unas gradas en las que se impone el plástico. "Mucha gente no va al campo por la directiva, pero es que ya casi ni existe, el club lo manejamos nosotros", se afirma desde una caseta agarrada al liderazgo de Falete. Estos jóvenes, estudiantes y asalariados en el tramo matinal, exigen soluciones a la cúpula. "Leen nuestros whatsapp y no nos contestan, ni siquiera tenemos explicaciones".
Antes de las sesiones en el Ciudad de Lucena, abren las puertas de sus propios coches y ocupan las cinco plazas. Ellos han de asumir incluso los reventones de las ruedas en el trayecto. Un insignificante relato si se compara con los tres puntos de cada jornada.