Viernes Santo, la marea morada sigue los pasos de Ntro. Padre Jesús (260 fotos y vídeo)

29 de Marzo de 2013
 Viernes Santo, la marea morada sigue los pasos de Ntro. Padre Jesús (260 fotos y vídeo)
Viernes Santo, la marea morada sigue los pasos de Ntro. Padre Jesús (260 fotos y vídeo)
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A las doce del medio día no cabe un alfiler en el paseo del Coso. Un silencio incompatible con la multitud se apodera paulatinamente de la muchedumbre que espera el gesto de Dios. En la cruceta imaginaria entre el paseo del Coso y la calle Juan Valera, muy cerca de la antigua cárcel, está el Señor de las Espigas mirando amorosamente a su pueblo. La emoción apaga los últimos murmullos del gentío y la mano derecha de Ntro. Padre Jesús Nazareno comienza a moverse. De algunos ojos brotan lágrimas mientras otros siguen fijos en la pantalla del smartphone de última generación que recoge el momento en el que Jesús bendice por segunda vez al pueblo de Lucena. Una voz rasga el silencio extendido sobre el gentío para gritar “¡Viva Nuestro Padre!” y obtener la respuesta a coro de la multitud: ¡Viva!. A partir de ese momento los ¡vivas! son constantes  y las emociones –contenidas durante unos minutos– revientan el corsé de la espiritualidad del momento, mientras el sonido afilado del torralbo anuncia que Jesús prosigue su camino para adentrarse en el paseíllo musical de "La Saeta" que popularizara Serrat, interpretada por la Banda de Música de Lucena.
 
Son momentos mágicos de un Viernes Santo que en Lucena se viste de color morado y del amarillo de la cera vertida por calles y aceras por los “hermanos” de Jesús. Es la esencia misma de la Semana Santa de Lucena, que la Venerable Archicofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno ha sabido conservar a través del tiempo, como ese sabor entrañable de las estampas añejas.
 
Ese “desorden organizado”, que dijera durante años desde la televisión local el eterno Juan Parejo, ese caos armónico de sensaciones derramadas entre los primeros brotes de la primavera que presumen los naranjos de la Plaza Nueva o los plátanos reales del Coso, resume a la perfección una Semana Santa que encuentra su punto diferenciador en la santería, pero que comparte con otras ciudades andaluzas una palabra: Devoción.
 
LA SALIDA
Pero la bendición del Coso no es el único momento destacable del Viernes Santo lucentino. A las seis de la madrugada, reviviendo una tradición secular, salen los cinco pasos de la cofradía de Jesús a un llanete de la Capillita repleto de gentes tras la llamada de hermanos de la Hermandad de Tambores. Solo el crepitar de la cera rompe la oscuridad expectante cuando se abren las puertas de la capilla para dar inicio al día más grande de la Semana Santa lucentina. Jesús aparece en el cáncel y el murmullo se convierte en silencio, solo roto por el torralbo y el sonido de los primeros redobles del tambor en el interior del templo. Sale Jesús y un escalofrío recorre el cuerpo de los presentes, repitiendo un rito que se pierde en el tiempo y nos habla de viejos dominicos entre las reconstruidos muros de San Pedro Mártir, al amparo de una vieja cofradía llamada del Gran Poder de Dios. Tras Jesús, ganarán la calle las Santas Mujeres Verónica y Magdalena, San Juan Evangelista y la Virgen del Socorro del maestro Álvarez Duarte, de riguroso negro en su terno y palio.
 
Luego, cuando el alba rasga las vestiduras de una noche en retirada, la marea morada de los hermanos de Jesús hará suyas las calles Curados, La Aurora, Cabrillana o Las Torres. No cabe un gramo más de devoción por las calles de Lucena mientras el sol se despereza y comienza a cambiar los negros por azules y más tarde por ténues tonalidades de amarillo. Llega el día y a las 8 de la mañana, los cinco pasos de la Capilla se alinean en la Plaza Nueva, otra vez llena, para asistir al Miserere y Perdón y la bendición de nuestro Padre.
 
Más tarde vendrán el esforzado paso por las angosturas de la calle Flores de Negrón; el durísimo horquillo –largo, interminable– de la calle Las Mesas, la bendición del Coso, la complicada vuelta de la Purísima, las saetas balconeras en el Casino o el tramo de la calle El Agua, en el que la imagen manierista de Jesús es estregada al pueblo y cualquier hermano puede sentir el peso de la madera sobre su hombro, sentirse más cerca de Dios  durante un puñado de “horquillos”, que son de gozo y emoción. Finalmente, el Señor de las Espigas vuelve a su templo entre saetas y, tras Él, el resto de pasos de la cofradía nazarena.
 
Nadie que no haya estado en Lucena un Viernes Santo por la mañana puede entender la profunda devoción de un pueblo que despide a Jesús con lágrimas, que en solo dos días se convertirán en alegría con la Bajada de la Madre Dulce y Buena de Araceli desde el Santuario, en un ciclo de emociones que se repite cada año en Lucena, cuando llega la primavera.
 
MANIJEROS
Este año, la más venerada de las imágenes de nuestra Semana de Pasión, salía de su capilla a hombros de la cuadrilla mandada por Miguel Chacón, que colocó en sus esquinas a Paco Villarreal, Antonio Chacón y Domingo Alba, como ya hiciera el pasado año bajo el palio negro de la Virgen de la Capilla. 
 
Tras los pasos de Jesús Nazareno, bajo el trono de la Santa Mujer Verónica, fue manijero Jesús Granados, apoyado en sus esquinas por José María Aroca, Ricardo Marín y Jaime Gómez. José Ramírez fue manijero de María Magdalena. Juan y Jesús Ramírez en las esquinas de la Salud e izquierda y Francisco Egea en la mala, le acompañaron en otra cuadrilla de juventud.
 
En San Juan Evangelista fue Raúl Jiménez el encargado de tocar la "campana". Martín Cabrera, Miguel Medina y Víctor Jiménez amarraron la almohadilla bajo su trono como "esquineros". 
 
Por último, bajo el palio negro de la Virgen del Socorro estuvo el buen hacer santero de Manuel Valverde como manijero de una cuadrilla que alternaba veteranía y juventud, con Manolo Quiroga en la esquina de la Salud, Alejandro Ramírez en la Izquierda y Ángel Lara en la esquina mala.
 
Les dejamos algunas fotos y un vídeo de la procesión de Ntro. Padre Jesús Nazareno.
 

 

 

 

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