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Viernes de Dolores, once de la noche.
Cuando el reloj de la torre de la casa consitorial daba las once campanadas que anuncian la última hora del viernes, las puertas de San Mateo, como un resorte, se abrían de par en par. De su interior, empiezaban a salir a las calles de forma ordenada pese al gentío, siempre respetuoso los tambores enlutados que colmaban las naves catedralicias del templo mayor de nuestra ciudad desde la diez y cuarto de la noche.
Cuando el reloj de la torre de la casa consitorial daba las once campanadas que anuncian la última hora del viernes, las puertas de San Mateo, como un resorte, se abrían de par en par. De su interior, empiezaban a salir a las calles de forma ordenada pese al gentío, siempre respetuoso los tambores enlutados que colmaban las naves catedralicias del templo mayor de nuestra ciudad desde la diez y cuarto de la noche.
Tras la cruz con el sudario, tradicionalmente llamada "de Soledad" en los ámbitos cofrades, los enlutados ya no hacen sonar su tambor, sino que dan luz al Misericordioso Crucificado que reparte Salud. La imagen del Señor, portada sobre hombros de enlutados nazarenos de antifaz y capirote blanco y túnica negra, sale a las calles de un Viernes que cambia su apellido de Dolores por el de Silencio. Sí, Viernes de Silencio, de los primeros nazarenos y los primeros sonidos de la inminente Semana Santa. La señal ya está dada y Lucena puesta se apresta a vivir los días grandes de la semana más grande del año.
La comitiva, siempre arropada de fieles, pero guardando un respetuoso silencio, recorrió un itinerario que llevó su anual Vía Crucis, caracterizado por tocar cada año diferentes zonas y barrios de Lucena, por el lateral sur de la Plaza Nueva para llegar a la calle San Pedro a través de la calle de Las Torres. Tras hacer un emotivo alto en el Llanete de la Capilla, donde las puertas del templo que es corazón y alma de Lucena se abrían para rezar una de las catorce estaciones del vía crucis, la comitiva siguió por la San Pedro hasta la alle El Peso, Martín Alonso, Catalina Marín, Muleros, Cabrillana, Juan Jiménez Cuenca, Canalejas y Descalzas, desembocando de nuevo en la Plaza Nueva, donde la comitiva rodeó la imagen de su titular y los enlutados hacían sonar sus tambores aún con más fuerza, para poner la música del Silencio a las plantas de su amantísimo Crucificado.
La comitiva, siempre arropada de fieles, pero guardando un respetuoso silencio, recorrió un itinerario que llevó su anual Vía Crucis, caracterizado por tocar cada año diferentes zonas y barrios de Lucena, por el lateral sur de la Plaza Nueva para llegar a la calle San Pedro a través de la calle de Las Torres. Tras hacer un emotivo alto en el Llanete de la Capilla, donde las puertas del templo que es corazón y alma de Lucena se abrían para rezar una de las catorce estaciones del vía crucis, la comitiva siguió por la San Pedro hasta la alle El Peso, Martín Alonso, Catalina Marín, Muleros, Cabrillana, Juan Jiménez Cuenca, Canalejas y Descalzas, desembocando de nuevo en la Plaza Nueva, donde la comitiva rodeó la imagen de su titular y los enlutados hacían sonar sus tambores aún con más fuerza, para poner la música del Silencio a las plantas de su amantísimo Crucificado.
Viernes de Dolores en Lucena, Viernes de Silencio.
Jesús Ruiz Jiménez
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