A las nueve de la noche, el Cristo de la Sangre, dibuja su sombra alargada sobre los muros del templo dominico de Santo Domingo. El Cristo "tarasco", de origen colonial , procedente de América y asociado de forma indisoluble a nuestra Semana Santa desde mediados del siglo XVII, abre las puertas de la iglesia de forma deslumbrante. Le sigue la serena belleza de la Virgen del Mayor Dolor. Rojo y oro en el palio de esta hermosa dolorosa de Castillo Lastrucci, restaurada por el insigne imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte, y procesionada sobre uno de los conjuntos de andas más completo y pesado de la Semana Santa lucentina. El paso procesional del Stmo. Cristo de la Sangre tuvo este año como manijero a Jaime Gómez Carmona, en tanto que el paso de palio de María Stma. del Mayor Dolor, fue mandado por Antonio José López Muñoz.