Lucena cerró el Viernes de Dolores, antesala de esta Semana Santa típica que nos ha tocado vivir, con un viacrucis íntimo y personal del Silencio. Esta vez no hubo multitudes a las puertas de San Mateo, sino plazas y calles vacías. No pudimos contemplar las largas filas de tambores enlutados ni el vacilante destello de las velas, ni percibir el olor del incienso, ni disfrutar de la estampa incomparable del Señor Crucificado sobre los hombros de enlutados nazarenos de antifaz y capirote blancos sobre túnicas negras.
Quedó el Silencio en la soledad de su templo, pero como cada año, las once campanadas que anuncian la última hora del viernes dieron paso a los sonidos de esta celebración, pórtico de la Pasión según Lucena.
Tambores roncos enlutados y el "toque de Silencio" de la trompeta que introdujese Antonio Durnes en 1985, hoy santo y seña de la cofradía, llenaron la noche de Lucena, como hemos intentado reflejar en este vídeo, realizado con las aportaciones que han remitido a nuestra redacción numerosos hermanos.