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En la noche del tercer viernes de Cuaresma, Cristo cae por tres veces en la calle de la Amargura de las naves de la iglesia de Santiago Apostol, donde, una a una, las estaciones se desgranan bajo los arcos varias veces centenarios de la parroquia del viejo arrabal castizo de Lucena.
Catorce estaciones de recogimiento en un templo poco poblado la Lucena cofrade se pierde un vía crucis intimista en honor de una magnífica Imagen de Jesús Caído en el que el Señor cae pero logra levantarse impulsándose con la piedra, único apoyo en sus caídas y en su martirio para cargar con las culpas de la Humanidad. Es, sin duda, un vía crucis que bien merece la asistencia de más fieles y devotos, más dados a cultos externos que, muchas veces, adolecen del recogimiento, respeto y silencio que ha de presidir estos actos pidadosos, que encuentran en el interior de la parroquia el ambiente de oración y silencio que merecen.
Volvemos a echar en falta algún tramo pequeño de hermanos portando cirios acompañando al Señor, un elemento que, salvo casos contados, no es costumbre extendida en nuestra ciudad cunado los vía crucis se realizan en el interior de los templos. Aún así ha de apuntarse que este vía crucis es, sin lugar a dudas, un momento maravilloso para acompañar al Señor Caído de Santiago y empaparse de la bondad y mansedumbre de su mirada baja.
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