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Luminaria de Fe Nazarena. Sí, así es, y es que no puede ser de otra forma.
Luminaria de la Fe de un Pueblo que en sus ojos cansados, agotados ya por el peso agobiante de la Cruz y de tan gran martirio, se tornan casi abatidos y tristes. Pero Él sigue enhiesto. Tal vez ya su espalda se encorve un poco, queda aún camino hacía el Calvario, pero Jesús, erguido y sin vacilación, aún a duras penas, camina hacía el.
Sin embargo ese camino al Gólgota se torna en senda de luz, porque sabe que para Lucena es luminaria de Fe, de Fe Nazarena, de Fe Morada, de quebranto de torralbo, de llanete abarrotado, de mano que bendice, de Miserere de cada viernes, de mirillas abiertas, de 'padrenuestros' cotidianos, de súplicas, ruegos, oraciones e incluso riñas por algún favor no concedido, pero hoy, más que nunca, es luminaria que por cinco días es aún más faro encendido, rodeado de cera tiniebla.
Es semana de Quinario, de contar las horas para lo que ya llega, porque ha de llegar el encuentro más íntimo ante Él, cara a cara, en su Besapiés. Antes, los reconstruidos muros de San Pedro Mártir lo quieren guardar para sí. Hacía ya siglos que tan celestial huésped no moraba entre sus piedras, por eso brilla aún con más fuerza el Señor sobre su soberbia peana, para mayor honra y gloria en su honor, con su túnica 'de los racimos', la de cada Viernes Santo, la de cada Besapies, la túnica con la que el Señor preside las casas de cada lucentino en esa foto ya añeja, o tal vez moderna, pero siempre esa túnica.
La cruz que ahora soporta no es de suplicio sino de ofrenda argéntea de amor. Son cinco días donde el Señor es más faro que nunca, rodeado de luminarias de fe nazarena. Cinco días, hasta el viernes de miserere, de tambores y torralbo, de 'perdón y clemencia', para desembocar en la antesala de la Gloria, anticipo de una mañana de Viernes, de besapies y bendiciones.
Desde Lucenahoy agradecer a la Venerable Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y muy especialmente en la persona de su Hermano Mayor, Gonzalo Beato, las facilidades prestadas para poder mostrar a Lucena, a la luz de la cera, la soberbia magnificencia de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
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