GALERÍA: El Obispo de Córdoba oficia la misa de despedida a la comunidad de Carmelitas Descalzas de Lucena a pocos días del cierre de su convento

"Trasladose a Lucena el día de la Ascensión, el 31 de mayo de 1612". El rótulo, pintado a mano sobre un panel de marquetería, ilustrado con el escudo de las Carmelitas Descalzas, recibe al visitante que se adentra hacia el locutorio del convento de San José de Lucena y marca, gráficamente, el inicio de la presencia de esta congregación religiosa de monjas de clausura en la ciudad, primero en su emplazamiento entre las calles Juan Palma y La Villa, y después en el actual de la avenida de Santa Teresa, al que se trasladó la comunidad en 1971, tras cuatro años de obras. Este miércoles esa presencia casi ha tocado a su fin.

En pocos días se cerrará definitivamente esta clausura lucentina. El Obispo de Córdoba, Monseñor Demetrio Fernández, el vicario episcopal de la Campiña, el párroco de El Carmen, capellán del convento, y una representación de la orden de Carmelitas Descalzos encabezada por los Padres Territorial y Provincial –que recibirán el convento y su patrimonio tras el cierre– han participado en una misa de acción de gracias por los más de cuatro siglos de oración y presencia de esta comunidad en Lucena, y de despedida a las dos últimas moradoras del Carmelo lucentino, que lo dejarán definitivamente dentro de un par de semanas, camino de otra clausura más numerosa en Salamanca, cerrando 412 años de presencia en Lucena.

En los primeros bancos de la coqueta iglesia del convento, el alcalde de Lucena, Aurelio Fernández, y Gregorio Espejo, Hermano Mayor de la Real Archicofradía de María Stma. de Araceli, muy vinculada a la orden, cuya Obra Pía recibirá algunas tierras legadas en su día a la comunidad religiosa. Ambos han tomado la palabra antes de finalizar la Eucaristía, para expresar un emocionado agradecimiento a las religiosas, que aguardaban, invisibles, tras la celosía, escuchando las palabras resignadas de ambas instituciones, que han intentado en vano que el convento permaneciese abierto, una misión imposible ante la progresiva reducción de la comunidad y la ausencia de nuevas vocaciones.

Finalizada la misa, las dos monjas han recibido en el locutorio, emocionadas, a los fieles que han querido acercarse a despedirse de ellas. También lo ha hecho el alcalde, que las obsequió en nombre de la corporación con un cuadro de la Virgen de Araceli, para la que ellas tejieron en 1022 el manto blanco, utilizado en la icónica Coronación Canónica, en 1948.

A las puertas del convento, las dos hermanas, de nacionalidad argentina, mantienen un panel de corcho repleto de fotos del Papa Francisco, que ha sido su guía y protector durante estos últimos años, y que las hizo saltar a la fama efímera de los informativos, tras dejarles en el contestador aquel mensaje para felicitarlas por el Año nuevo que dio la vuelta al mundo: "¿Qué andarán haciendo esas monjas que no pueden atender? Soy el Papa Francisco". 

Ahora surge otra duda: ¿Qué será del convento? Esta tarde el Obispo de Córdoba era claro en su homilía: "De lo venga después de que se cierren estas puertas sabrán los Carmelitas. Yo no se nada".

Tampoco sabe nada el ayuntamiento. El alcalde, Aurelio Fernández, tuvo oportunidad de conversar unos instantes con la representación de los nuevos titulares del complejo religioso, "sin poder concretar nada", porque tampoco la orden sabe con exactitud cuál es la situación del inmueble. 

En el deseo de todos, que el convento y su patrimonio, vinculado a la ciudad durante cuatro siglos, sigan siendo lucentinos y que la iglesia, presidida por una imagen de la Santa de Ávila, la Virgen del Carmen y San José, siga celebrando su misa dominical para todo el barrio.