Besos de amor, de fidelidad, besos de afecto o gratitud, de reconocimiento o admiración. Cinco representaciones de Cristo en otros tantos templos lucentinos en este cuarto domingo de Cuaresma. En todos ellos un mismo sentimiento en esta Cuaresma que entra en su recta final, y que hace que comiencen a contarse ya casi con los dedos de las manos los días que restan para que la Pollinita abra las puertas de San Mateo para saludar a nuestra Semana Santa.
En la iglesia de Santo Domingo esperaba a los devotos el Santísimo Cristo de la Sangre. Adusto, sobrecogedor el impresionante Crucificado venido de las Américas, interminable sobre su cruz en ese escorzo permanente de agonía, presidiendo el crucero de la parroquia, a los píes del presbiterio.
Este año la cofradía optó por poner al Crucificado tumbado y no erguido como los dos años anteriores. A los píes de la cruz y a ambos lados de la misma, tres centros compuestos por clavel rojo y statis morado. La imagen del Señor, enmarcada por cuatro blandones con cera roja.
En el altar mayor la cruz de guía de la corporación del Jueves Santo, flanqueda por los dos faroles de guía, presidiendo el dosel de cultos y algunas piezas de candelería con cera blanca y roja. Ocho jarras más con clavel rojo y statis morado completaban la escena, junto a dos faroles de madera tallada y dorada con el escudo de la Hermandad.