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Soledad, austeridad en tu advocación. Soledad, inmensidad en el dolor. Soledad al píe de la Cruz. Tu hijo ya fue descendido, trasladado y sepultado y ya sólo quedas tú. Soledad, reina de Santiago en un sábado de luto, madre enlutada del llanto, antes de que vuelvas a tu barrio tu hijo habrá resucitado. Esa es tu esperanza, Soledad.
Quinto Domingo de Cuaresma y Ella, la Reina Soleana de Santiago, baja de su altar de cera, flor y amor para recibir el beso y la reverencia de sus fieles, de sus amados hijos que guardan cola llenando el llanete, porque hoy es uno de sus días grandes y hay que besar las manos de la madre que llena un sábado entero de soledades, pese a que Ella, en su Soledad, nunca está sóla.
Quinto Domingo de Cuaresma y Ella, la Reina Soleana de Santiago, baja de su altar de cera, flor y amor para recibir el beso y la reverencia de sus fieles, de sus amados hijos que guardan cola llenando el llanete, porque hoy es uno de sus días grandes y hay que besar las manos de la madre que llena un sábado entero de soledades, pese a que Ella, en su Soledad, nunca está sóla.
Jesús Ruiz Jiménez
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