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El pregón de Agustín Antrás. Por su Madre y para su madre. Con temor y temblor, la voz del pueblo aracelitano brotó este viernes en la iglesia parroquial de San Mateo poco antes de las 22:00 horas. El portavoz evidenció fidelidad a sí mismo y a sus principios y su saludo a la "mariana ciudad de Lucena" preludió un manifiesto en el que situó a la mujer "en el momento cumbre de la historia humana". La defensa del sentido religioso de las Fiestas Aracelitanas y su conservación generación tras generación marcaron una obra profundamente cristiana y exquisitamente documentada.
Gregorio Espejo, secretario de la Real Archicofradía de María Santísima de Araceli, abrió un acto del que disfrutó el hermano mayor de la corporación, Antonio Crespillo. Ataviado con el hábito franciscano, el padre Joaquín Pacheco Galán presentó al pregonero en un "tiempo de gozo" por la Resurrección en el que el "júbilo" en Lucena se duplica por la llegada de la "Reina y Madre".
El guardián del convento franciscano de Lucena sostuvo que María aparece "en los gozos y en las penas y en las esperanzas y en las aflicciones". En la Romería de Bajada, según el introductor, "el mismo Cielo baja a la tierra" y, días después, en el inicio de las Fiestas Aracelitanas, "San Mateo se convierte en una improvisada corte celestial".
Aparte de la "rica formación profesional, humanística y cristiana" de Agustín Antrás Roldán, bifurcó su "identidad netamente lucentina" y su "vivencia de la Fe como hijo de la Iglesia".
"Soy pequeño y solo tengo mi corazón para amarte", confesó Agustín Antrás en los albores de su discurso. Rogó a la Virgen de Araceli que "guiara sus palabras" y clamó por que "nunca se pueda decir que hay un corazón que no la ame".
Repitió constantemente el apelativo de "Bendita Madre" para referirse a la Patrona de Lucena y rescató el principal mensaje del testamento mariano "Haced lo que Él os diga". Entre otros pasajes, destacó la posición "fuerte y erguida" de la Madre al pie de la Cruz.
"Los pecadores hallan el perdón y los justos la perseverancia en Ti, Madre". Con una dicción potente y un alegato interiorizado, volvió su mirada insistentemente a María Santísima de Araceli para agradecerle sus virtudes y gracias y para rezarle e implorarle.
Agustín Antrás regaló su pregón a su "madre de la tierra" porque "le enseñó a amar a la del Cielo". Del mismo modo, también dedicó su creación a "su hermano" Gaspar Villa Fernández, quien ofreció "una lección de vivir y morir en cristiano". Igualmente, se acordó de las Agustinas Recoletas y de las Carmelitas Descalzadas, ensalzó su "entrega plena" y expuso que encuentran su "modelo más elevado y sublime" en María Santísima de Araceli.
En el capítulo referente a la aracelitana mayor y su corte de honor entre las que distinguió a su ahijada María Vigo Fernández de Villalta-, les recomendó que "imiten" a la Virgen y aseveró la relevancia de "las virtudes" y subrayó la brevedad de "la belleza".
Agustín Antrás combinó prosa y versos propios y partió de unas fotografías de su infancia en su recorrido por las Fiestas Aracelitanas. "Pasada la Semana Santa todo nos invita a volvernos hacia Ti", afirmó el pregonero. En las visitas cotidianas a San Mateo, demandó "silencio" y que "todas las palabras sean para Ella". Enalteció el rezo del Santo Rosario, una "oración excelente" puesto que "no existe melodía más grata para los oídos de la Virgen".
Dentro de los acontecimientos del Día de la Virgen, "la fiesta grande de Lucena", acompañó a la cuadrilla de Juan Carlos García Moscoso por las calles de la ciudad. En un alarde de creatividad, se paró en los puntos más emblemáticos del trayecto y protegió pasionalmente distintos postulados de la doctrina católica. Antes de despedirse de la "Medianera Universal", instó a los poderes civiles a conceder un espacio público y a levantar un monumento en honor del lucentino Raimundo García Moreno mártir y beato-, perteneciente a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y que falleció "fusilado" por su condición religiosa en 1936. Agustín Antrás Roldan se giró por última vez hacia María Santísima de Araceli y le ofrendó un soneto en el que resumió sus sentimientos hacia la Madre del cristianismo.
MANUEL GONZÁLEZ