La mañana del 2 de mayo de 1948, el pueblo lucentino vivió uno de esos momentos que dejan una huella indeleble en la historia de una ciudad y conforman una identidad común, cerrando un proceso de anhelos compartidos a lo largo del tiempo.
Fueron varias décadas de trabajo por parte del conjunto de la sociedad lucentina y las autoridades civiles y religiosas, que encontraron satisfacción en ese momento irrepetible en el que la Virgen de Araceli aparecía por la portada principal de la Parroquial de San Mateo, tras el solemnísimo pontifical oficiado en su interior por el arzobispo de Granada, Balbino Santos Oliveira, junto a los prelados de Granada, Cádiz, Jaén y Córdoba y el estreno del Himno Aracelitano, con música del maestro Aramburu y letra de José María Pemán, por el Coro Easo de San Sebastián.
Lucía la Virgen su rico manto blanco bordado en oro por las monjas del convento de Madres Carmelitas Descalzas de Lucena y era portada sobre un espléndido trono de flores del mismo color por componentes de la Junta de la Coronación, para ser tocada con la nueva presea por el cardenal Segura, ante las miles de personas que llenaban la Plaza Nueva.
No es difícil imaginar la extraordinaria emoción del momento. La procesión abierta por la cruz parroquial y seguida por los miembros de la Cofradía y clero, el trono de María Santísima de Araceli, y tras el mismo, el cardenal Segura y los distintos prelados. La corona de oro de la Virgen portada en una bandeja por el alcalde de la ciudad, José de Mora, y la del Niño Jesús, llevada por el Gobernador Civil, Alfonso Orti Meléndez-Valdés. El escenario ante la fachada de San Mateo, adornado con tapices y banderas nacionales, la solemne lectura Breve de la Santa Sede que concedía la Coronación canónica y el momento, en medio de la lluvia, en el que el cardenal Segura y el ministro de Agricultura, Carlos Rein, subieron a una plataforma superior para colocar las coronas mientras la Banda del Regimiento de Infantería número 2 "La Reina" interpretaba el himno nacional y las campanas repicaban alegremente.
El largo proceso se empezó a gestar a inicios del siglo XX y culminó el 7 de marzo de 1947 con la firma en Roma del breve pontificio de la Coronación de la Virgen de Araceli, señala Antonio Ruiz
La Coronación Pontificia de María Santísima de Araceli fue la primera en la diócesis cordobesa y marcó un hito en la devoción aracelitana del que este año se cumplen 75 años. El historiador y miembro de la Junta de Gobierno de la Real Archicofradía aracelitana, Antonio Ruiz Granados, afirma que las autoridades locales de la época, junto al clero, dieron los primeros pasos para llegar a este momento a inicios del siglo XX. La falta de información al respecto provocó que los avances fueran lentos. Así, no sería hasta los años veinte y, sobre todo, en los años treinta, cuando se logró dar un empuje definitivo al proyecto, con la creación de diferentes comisiones que se encargaron de impulsar la concesión, de contactar con José María Pemán, autor de la letra del himno, convocar un concurso nacional para la música, o asignar al prestigioso orfebre sevillano Cayetano González la ejecución de las coronas de la Virgen y el Niño Jesús en 1934.
Sin embargo, las circunstancias políticas de la época republicana, la Guerra Civil y sus consecuencias socioeconómicas impidieron el progreso de la idea y paralizaron de nuevo la iniciativa. Fue necesario esperar hasta el 23 de marzo de 1943 para que el entonces alcalde, Francisco Moreno Gez, retomara oficialmente el proyecto, presentando una moción al Ayuntamiento en este sentido, que la Corporación aprobó de manera unánime. No obstante, es de reseñar el impulso final al proyecto por dos importantes valedores, el siguiente alcalde de la cuidad, Antonio Delgado Sánchez, y el reverendo Fray Albino González, recién elegido prelado de la diócesis de Córdoba, que culminaron el 7 de marzo de 1947 con la firma en Roma del breve pontificio de la Coronación de la Virgen de Araceli, que dio lugar a una multitudinaria y jubilosa manifestación espontánea en las calles de Lucena.
Señala Ruiz que fueron años de escasez económica, especialmente en la posguerra, pero también de ilusiones compartidas. “Se buscaron las manos más capacitadas para los trabajos artísticos, sin descuidar el apartado espiritual, llevándose a cabo toda una campaña de información al pueblo que, con sencillez y naturalidad, se preparó durante años para aquel 2 de mayo de 1948”. Recuerda que toda Lucena se volcó aportando donativos, en función de sus posibilidades, para materializar las preseas, aunque “lo más valioso de ellas no está en el oro ni en la habilidad artística de su autor sino en el esfuerzo, el cariño y la fe con que se fueron construyendo”.
La culminación del proyecto en aquella mañana lluviosa, reflejada en decenas de fotos en blanco y negro que hablan de la devoción y el amor de los lucentinos por su Patrona a lo largo del tiempo, supuso en palabras de Antonio Ruiz “una inmensa alegría, tanto para las personas implicadas directamente como para el pueblo lucentino y aracelitano”.
Rafael Ramírez: "La coronación canónica de la Virgen fue el final de un largo camino de ilusión que se vio culminado con la alegría de ver reconocida la devoción a María Santísima de Araceli"
Para Rafael Ramírez Luna, Hermano Mayor de la Real Archicofradía aracelitana, la coronación canónica de la Virgen “fue el final de un largo camino de ilusión que se vio culminado con la alegría de ver reconocida la devoción a María Santísima de Araceli, un proceso en el que todas las capas de la sociedad lucentina se involucraron para que pudiera alcanzarse y la forma en la que se reconoció la devoción que se profesa a la Virgen en esta tierra”.
Con motivo de esta efemérides la cofradía, junto al Ayuntamiento de Lucena, han preparado una larga serie de actos conmemorativos, que han tenido uno de sus máximos exponentes en los distintos traslados extraordinarios por las parroquias de Lucena y llegan a uno de sus puntos culminantes con la Función extraordinaria, acto central de este LXXV Aniversario, en la misma Plaza Nueva de la Coronación, como preámbulo de las Fiestas Aracelitanas de este año de singular significación.
Rafael Ramírez señala que “al igual que para nuestros antepasados fue un orgullo vivir aquel 2 de mayo de 1948, para las generaciones actuales supone una alegría poder conmemorar este aniversario y recordar a los que se desvelaron por la coronación, rememorando un evento tan importante para la historia de Lucena que aún hoy sigue vivo”.