Una investigación efectuada por el grupo Mineralogía y Geoquímica Ambiental y de la Salud de la Universidad de Sevilla advierte que el hombre prehistórico que vivió en la Cueva del Ángel de Lucena "despedazaba a los animales cazados para su consumo" por lo que concluye que los habitantes de la mencionada cavidad "cocinaban". El trabajo ha sido publicado por la revista Journal of Archaeological Science y alude a él este lunes el diario ABC Sevilla.
Los participantes en la investigación han estudiado según señala el citado periódico- los huesos fósiles hallados en la Cueva del Ángel y han determinado que dichas piezas fueron quemadas en una gran combustión. Alrededor de ella, los neardentales "cocinaban", tal y como lo explica Guadalupe Monge, directora del proyecto. "Los cambios de colocación fueron la primera pista de que los huesos habían sido quedamos porque cuando esto ocurre su color cambia, primero a amarillo ocre muy intenso, luego a diferentes tonalidades de marrón oscuro, a gris, y, por último, si sufren calcinación completa, pasan a un tono blanquecino".
Los huesos encontrados en Lucena mostraban un aspecto marrón, y en algunos casos grises, pero sin llegar al blanco. Por ello, los expertos estimaron que no se alcanzaban temperaturas demasiado extremas. Más tarde, el estudio mineralógico confirmó que los huesos habían sido quedamos y que la horquilla de temperatura que habían alcanzado (650-700 grados) coincidía con los cambios de color observadores. Además, se percataron de la existencia de capas de carbonato cálcico que goteaba del techo de la cavidad lo que supone que, tras el enterramiento, permanecieron en la gruta.
Lo más novedoso es "la gran potencia de sedimentos de los huesos quemados que, avalarse la estructura de combustión in situ, sería la mayor descubierta hasta el momento. Por otro lado, Guadalupe Monge destaca que el estudio es importante "por la antigüedad de los restos localizados ya que podría situarnos ante el hogar más antiguo de nuestro país". Análisis anteriores afirman que los fósiles pertenecen a una edad comprendida entre los 427.000 y los 130.000 años.
A final del pasado mes de agosto, el equipo de investigación de la cueva del Ángel, que dirige Cecilio Barroso, examinó más de 1.000 restos óseos hallados en la sima de la Sierra de Aras. Barroso indicó que los huesos encontrados se han dividido en dos periodos en función de su antigüedad: los pertenecientes al Neolítico hace unos 7.000 años y los que se encuadran en el Calcolítico o Edad del Cobre, hace unos 5.000 años. Con todo, aseveró que los averiguaciones se refieren a unos niveles muy superficiales de excavación, en un yacimiento en el que se tiene la seguridad de encontrar restos de homínidos con una antigüedad de 300.000 a 400.000 años atrás.
El estudio permitió descubrir que casi la mitad de los huesos encontrados pertenecerían a niños, lo que determina unos altísimos ratios de mortalidad infantil, que los investigadores ligan al consumo de un agua insalubre tras el destete.
El tercer hecho resaltado por el director de la excavación fue la existencia de huesos quemados y descarnados, con marcas dentales en su superficie que determinarían la existencia de rituales de antropofagia o utilización de los cadáveres como alimento durante el Neolítico, mientras que en la Edad del Cobre, la covacha sería utilizada como cueva-dolmen, con un carácter ritual, similar al que se ha observado en la Cueva del Mirador de Atapuerca.
En cuanto a los estudios centrados en el uso de la cueva durante el Paleolítico, Barroso comentó que los datos constatan la excepcionalidad del yacimiento de la Cueva del Ángel. Al abundante material lítico descubierto hasta ahora, se sumaba el descubrimiento de cuatro especies vegetales ligadas al uso de la cueva, llamando poderosamente la atención del equipo de investigación, la constatación del almacenamiento de aceitunas de olivos silvestres para su consumo posterior como alimento, lo que supone el uso más antiguo conocido hasta ahora de esta planta tan ligada a la cultura mediterránea. La aparición de estos restos de aceitunas permiten dibujar un paisaje de esta zona hace 300.000 años, un tanto diferente de lo que se pensaba hasta ahora y unas habilidades recolectoras por parte de los preneandertales que las habitaron.