. En un mundo como el actual los cambios son rápidos. Hace sólo medio siglo EE. UU. era, sin discusión, la mayor potencia mundial. Pasados esos años nos encontramos con el hecho de que China, ese gigante asiático, se ha despertado («China es un gigante dormido, déjenlo dormido pues cuando se levante hará temblar el mundo» -Napoleón Bonaparte).
En este mundo cambiante, las distancias se acercan cada vez más, más que ayer, sí, pero menos que mañana. La actividad económica se desarrolla en los sabidos tres sectores económicos: el Primario (agricultura y ganadería); el Secundario (la transformación de materias primas en los más diversos productos) y el Terciario (actividades económicas como transportes, comunicaciones, finanzas, turismo, hostelería, ocio, cultura o espectáculos). El sector secundario, el preponderante durante el S. XX en los países desarrollados, ha ido perdiendo paulatinamente peso en beneficio de un sector terciario. Esto es así porque, entre otras cosas claro, hemos descubierto que queremos comprar más por menos dinero y, esa bajada de precio ha supuesto que se fabriquen en lugares donde sea más barato producir y ahí está China y todo el sudeste asiático (donde los salarios son, por ejemplo, más bajos).
Por lo tanto y, esto es obvio, la balanza de pagos china (cuenta que registra todas las transacciones monetarias entre un país y el resto del mundo) tiene superávit. El amable lector lo sabe, lo sabemos, porque compramos productos «made in China». Es decir, en el país asiático se produce más barato y, como nosotros primamos lo competitivamente «barato» a lo honestamente «caro», nuestro dinero vuela hacia China como Ícaro voló alejándose del laberinto del Minotauro.
Esto es el capitalismo, lo que ocurre, y aquí reside la cuestión, es que para que podamos tener una balanza de pagos tan saneada como lo es la china se hace necesario que tengamos capacidad de ofrecer algo para que el dinero que hemos gastado comprando productos chinos (alemanes, franceses, estadounidenses, da igual quien produzca) revierta a nuestro bolsillo para así tener un economía equilibrada. Por eso se hace necesario que destaquemos en el clave sector terciario ya que nosotros, (quítenselo de la cabeza si piensan lo contrario), nunca podremos producir más barato que los chinos, porque, siempre habrá «chinos» que produzcan más barato. Las deslocalizaciones es un ejemplo claro, simple y directo de esta realidad.
Por lo tanto, si no queremos tener el fin que sufrió Ícaro, ya hemos sido lo suficientemente ambiciosos, actuemos como su padre. No queramos volar más alto y centrémonos en lo que tenemos para poder hacer que ese dinero que se marchó vuelva a España, también a Lucena.
La clave, más arriba se ha dicho, está en el sector terciario. Aquí se sitúa la diferencia entre tener una economía saneada o no tenerla y, por fuerza o de grado, tendremos que destacar en él. Un paso, que ni puede ni debe ser el único (la diversificación en la economía es un valor en sí misma), sería centrarnos en lo que ya tenemos para poder desarrollar este sector. La cultura se sitúa en el sector terciario y España tiene un impresionante bagaje histórico-artístico.
Bajemos ahora a nuestra realidad más cercana, la primera pregunta que se nos plantea es ¿Tenemos en Lucena patrimonio histórico? Sí, lo tenemos. Nuestros antepasados nos lo legaron, así que lo único de deberíamos hacer es mantener esa herencia. Mantenerla, sí, mantenerla. Si queremos que nuestro patrimonio histórico nos ayude en nuestro desarrollo económico será necesario que, aunque suene a perogrullada, lo mantengamos, lo protejamos y lo valoremos. ¿Lo hacemos? Una imagen, mejor dicho, tres, valen más que mil palabras:
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Fachada de la casa nº 13 Plaza de la Barrera. Ficha71C. Foto de Google maps. Febrero 2009. .
Fachada de la casa nº 13 Plaza de la Barrera. Ficha71C. Foto del autor. Diciembre 2012.
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Fachada de la (inexistente ya) casa nº 13 Plaza de la Barrera. Ficha71C. Foto del autor enero 2012.
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Esta casa estaba dentro del conjunto patrimonial de Lucena y estaba en el catálogo de los edificios que poseían un valor lo suficientemente interesante para ser censados como tales. A continuación reproduzco la ficha que está en la página web de la Gerencia de Urbanismo de Lucena. El subrayado es nuestro:
FICHA DE PROTECCIÓN Nº 71C
| 1. INFORMACION DEL ELEMENTO O CONJUNTO * LOCALIZACION: Plaza de la Barrera, 13. * DENOMINACION: * DESCRIPCION Y CARACTERISTICAS: - Morfológicas: Parcela pequeña trapezoidal en esquina. - Tipológicas: Casa con patio. Tradicional autóctona. - Constructivo-estilísticas: Arquitectura popular. * CARACTERISTICAS SOCIO-ECONOMICAS - Propiedad: Privada. - Uso-Habitabilidad: Residencial. Bueno. * CARACTERISTICAS EDIFICATORIAS - Edad aproximada: Siglo XVIII. - Estado de conservación
| 2. JUSTIFICACION DE LA PROTECCION * VALORACION CUALITATIVA: Cierto equilibrio en la composición de huecos de la fachada principal. Puerta adintelada sencilla. En planta principal aparecen cierres con distintos tipos de guardapolvo. Fachada encalada. * ELEMENTOS DE INTERES:
| 3. DETERMINACIONES DE PROTECCION * NIVEL DE PROTECCION: Ambiental. C2 2ª Categoría. * CARACTER DE LA PROTECCION: Estilístico compositivo de la fachada. * CLASE DE OBRA E INTERVENCION: Conforme al Art. 168 y condiciones establecidas en las Ordenanzas de Edificios Protegidos. * ACTUACION PROGRAMADA (P.G.O.U.): Edificio Protegido. | |
¿Cómo es posible que hablemos de casco histórico si los edificios que lo conforman son destruidos? ¿Es posible que alguien sepa por qué si se cataloga este edificio como protegido se destruya? Después de ver estas tres imágenes toda la argumentación teórica que se pueda esgrimir sobre la existencia de un casco histórico desaparece. No quiero pensar si se cruzasen los datos de los edificios catalogados con los que ya han sido destruidos.
¿Por qué no destruimos todos los edificios que han sido catalogados a la vez y nos ahorramos «la mala prensa y la mala conciencia, también, de una vez»?
Un casco histórico es más que tener edificios históricos, ¿cómo se puede afirmar que poseemos un casco histórico si los edificios que precisamente hacen que exista, que lo forman son destruidos? Llegado a este punto habrá que afirmar que si esto es así será porque nos lo merecemos. ¿Se han preocupado nuestros gobernantes de ayudar, económicamente, también, por supuesto, a los dueños de todos los edificios catalogados para que no sea por motivos económicos, al menos, la causa de su destrucción? Sólo el que tenga una casa del siglo S. XVIII (ésta lo era) sabe lo que supone de gasto. El patrimonio para que pueda servir como fuente de ingresos tiene que ser conservado y esa conservación supone una inversión.
Cuando pase el tiempo y las siguientes generaciones nos demanden qué hicimos para conservar nuestro patrimonio no me gustaría que me dijesen que no había hecho nada por él, al menos, este texto es prueba de ello. ¿Hará usted algo también?
José Antonio Villalba Muñoz
(Profesor de Geografía e Historia)
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