Carta de Barenboim
En una carta publicada hace unos días, Barenboim asegura que escribe con el "corazón encogido" por los eventos en Gaza. Él, de origen argentino, viaja con pasaporte israelí y palestino. El mensajero de la paz se solidariza con los israelíes que viven con "los sonidos constantes de los cohetes", y siente una "profunda compasión por la suerte de los palestinos en Gaza, que viven en el terror y lamentan trágicas pérdidas todos los días".
En una carta publicada hace unos días, Barenboim asegura que escribe con el "corazón encogido" por los eventos en Gaza. Él, de origen argentino, viaja con pasaporte israelí y palestino. El mensajero de la paz se solidariza con los israelíes que viven con "los sonidos constantes de los cohetes", y siente una "profunda compasión por la suerte de los palestinos en Gaza, que viven en el terror y lamentan trágicas pérdidas todos los días".
Además de mostrar su sufrimiento pone el dedo en la llaga sobre el origen y persistencia del conflicto, "la disputa entre dos pueblos que comparten la convicción profunda y aparentemente irreconciliable de que tienen derecho a la misma pequeña porción de tierra".
Compartiendo el territorio de Palestina
En 1917 Gran Bretaña, que ostenta un papel hegemónico en la zona, se muestra partidaria de crear un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, añadiendo que no se haría nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías que existen en Palestina; esta decisión es comunicada por carta firmada por el Secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno Británico a la federación judía de Gran Bretaña e Irlanda. Pero no se respetaron las limitaciones a la inmigración judía y llegaron oleadas de nuevos pobladores con la idea de que tenían derecho al territorio entero del Israel bíblico, y consideraban que allí no había una población nativa que hubiese que respetar. Pensaban, como Golda Meir, que "no había palestinos... No existían".
En 1936 los palestinos iniciaron una huelga general, que se convirtió posteriormente en revuelta, para frenar la inmigración ilegal de judíos, que se estaba produciendo ante la impotencia de los británicos. Esta actitud de los palestinos, como diría David Ben Gurión, era fruto de su resistencia "ante lo que ven como usurpación de su patria por los judíos". Yenin, la ciudad mártir de 2002, fue ya entonces víctima de la violencia. Tras una serie de enfrentamientos en que hubo soldados y policías británicos muertos, las autoridades decidieron que una gran parte de la población debía ser dinamitada. El 25 de agosto de 1938 una patrulla de demolición se dirigió a Yenin, ordenó a la población que abandonase el pueblo y destruyó una cuarta parte de sus casas.
Lucha por el territorio
Desde 1939 el terrorismo judío cobró nueva intensidad, con tiroteos contra civiles árabes, bombas y, sobre todo, con la voladura del hotel Rey David de Jerusalén, sede de la administración civil y militar británicas en Palestina, el 22 de julio de 1946, una operación que causó 91 muertos entre árabes, británicos y judíos. Churchill calificó el atentado como "uno de los crímenes más miserables y cobardes registrados en la historia.
Ante la intransigencia de los judíos, que boicotearon el plan inicial de un estado palestino en el que convivieran árabes y judíos, El 29 de noviembre de 1947 las Naciones Unidas aprobaron la resolución 181, un plan de división entre dos estados, que dejaba a Belén y Jerusalén bajo la tutela de las Naciones Unidas. Una partición que los palestinos rechazaron porque daba a los judíos, que eran el 33% de la población, un 56% del territorio, mientras para los palestinos quedaba un 42% de la tierra incluyendo la menos fértil. Aquí se advierte ya el papel de Estados Unidos que, había dado pleno apoyo a la inmigración judía en Palestina, y que dio el visto bueno, junto con la Unión Soviética, a la partición del territorio. Truman, que tenía entre sus amigos a apasionados defensores del establecimiento de un estado judío en Palestina, y que necesitaba el voto judío en las elecciones, dijo a sus consejeros: "Lo siento caballeros pero he de atender a cientos de miles que ansían el triunfo de los sionistas; no tengo a centenares de miles de árabes entre mis votantes".
A la publicación de la resolución de Naciones Unidas siguieron seis meses de guerra civil en que los palestinos solo contaron con la ayuda de voluntarios de diversos países árabes, mal armados y sin el apoyo de sus gobiernos, que se vieron superados por las fuerzas mejor armadas y organizadas de los judíos. Desde este momento y de acuerdo con la idea de Ben Gurión de que las fronteras de Israel las determina la fuerza y no la resolución de las Naciones Unidas, los judíos preparan un plan para expulsar a los palestinos del territorio del que piensan apoderarse.
Proclamación del Estado de Israel
Los británicos que, no querían enfrentarse a Truman que apoyaba a los judíos, ni a los árabes que eran sus proveedores de petróleo, pusieron fin al mandato el 15 de mayo de 1948. El día anterior, Ben Gurión había proclamado la Independencia del estado de Israel y su soberanía sobre todos los territorios de Palestina, sin hacer caso de las particiones; a los once minutos de esta proclamación Truman se apresuraba a reconocer al nuevo estado. Quizás esta senda emprendida por Truman nos ayude a entender el apoyo que los Estados Unidos han venido dando a los judíos, que se han sentido libres para hacer a su antojo en todo el territorio palestino.
Desde el día 8 de este mes estamos viviendo uno de los episodios más sangrientos de Israel sobre el pueblo palestino en Gaza, ya van cerca de 1300 muertos y más de 7000 heridos. El pasado día 30 nos indignaban las imágenes de una escuela de refugiados de la ONU alcanzada por obuses judíos con al menos 20 muertos y 50 heridos y, no basta con que Israel reconozca su error, ya se sabe que, si se tiran bombas a un campamento de refugiados, las probabilidades de matar son muy altas. La ONU ha condenado este hecho calificándolo como "grave violación del derecho internacional"; da lo mismo, Estados Unidos sigue suministrando armas y munición a Israel a la vez que condena la masacre. La doble moral del poderoso.
Ante esta situación poco podemos hacer los ciudadanos de a pié, pero si tenemos la obligación de mostrar nuestra repulsa ante tanta violencia de cuantas maneras nos sea posible, a ello quiero contribuir con este texto, suplicando, a quien corresponda, que ponga fin a esta crueldad.
José A. Sánchez