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Másde media entrada en una tarde muy agradable de Domingo de Resurrecciónen el Coso lucentino de los Donceles. Mucho más numerosa la sombra queel sol. Toros de José Luís Pereda y La Dehesilla, encaste de Núñez,procedentes de Huelva. Al decir de muchos los más completos que hanpasado en estos siete años de andadura de la plaza de Lucena. Hanembestido como bravos casi todos ellos, razonablemente buenos 2º bis, 3ºy 4º. Pero muy bueno el lidiado quinto: noble, repitiendo y embistiendocon clase; aplaudido al arrastre por el público soberano, que agradecelo bueno y, demasiadas veces, es agraviado con lo malo.
ManuelDíaz "el Cordobés", de chocolate y oro, saludó desde el tercio en elprimero y le fue concedida una oreja en el cuarto (a pesar de serexcesiva, el propio diestro pidió para sí la segunda que en buena lid nose le regaló).
Antonio Ferrera, de negro y oro, el triunfador de la tarde, cortó dos orejas a cada uno de sus oponentes. A ley las del quinto.
YVíctor Abad, de terno marino y oro, que jugaba como local con permisodel Cordobés, cortó una oreja ilusionante al tercero y se fue de vacíoen el que cerró plaza, al que no entendió.
Buenatarde de Ferrera, y de toros que, aunque algo terciaditos, fueronbravos; aunque algo flojos, sacaron su casta y aunque casi todos fueronmás o menos potables, destacó el quinto de buen tipo y mejorcomportamiento.
LA CRÓNICA
Latarde arrancaba con dudas. El Fandi no se recuperó a tiempo delpercance de Córdoba y se caía del cartel y, sin su concurso, lanecesaria afluencia a la plaza se encontraba en tela de juicio. Laecuación se despejó a medias con la media entrada, y por completo cuandose vieron las ganas de torear de la terna, en particular de Ferrera .Pero de manera muy especial del cordobés Víctor Abad que ya desde lamañana se acercaba a la plaza, quizás para recibir las felicitaciones desu triunfo de la víspera prieguense y seguro para no perder ningúndetalle, ningún ingrediente que le permita ir amasando los triunfosimprescindibles para su recién iniciado doctorado en tauromaquia.
ManuelDiaz hizo lo que sabe desde que tomara la alternativa hace casi veinteaños: torear a su estilo, para su público, honesto como el que más yprofesional a carta cabal. A quien-por cierto-no le correspondeautopedirse trofeos, por respeto y por torería, porque corresponde alpúblico pedirlas y, mientras no cambie la cosa, al Sr. Presidentedecidir sobre su pertinencia. Sentadas estas premisas, el primero quesaltó al albero no fue colaborador, le faltaban las fuerzas, notransmitía en su ir y venir repetitivo y el Cordobés le endiñó siete uocho tandas, casi todas con la derecha, y a media altura, amagando conel salto de la rana acortando los espacios y terminando su faena en eltendido de sol dónde tan insistentemente había sido reclamado. Es lo quetiene la fiesta de los toros, hay quien va por el ambiente, hay quienlo hace por ver al toro o por ver toreros, o a uno y otro en armoníaartística; también hay quien va, lamentablemente, a gritar sandeces osimplemente a pedir música. Díaz necesitó de tres descabellos paraacabar con su enemigo.
Lodel cuarto fue otra historia: un castaño más grande, bizco delizquierdo, cabeceando, queriéndose rajar de la pelea por momentos yflojo de remos. El Cordobés hizo su faena en el tendido del 10 que selo estaba reclamando y, esta vez si, le endilgó tres pases del salto dela rana rematados bellamente con un cabezazo en el lomo del morlaco,todo lo cuál fue acreedor de un trofeo a un cariñoso torero que sedespedía de Lucena besando la arena de su coso.
Elextremeño Antonio Ferrera, entre los dos cordobeses, no vino ni muchomenos a hacer el papel; y salió a ganar. Su primer oponente, posiblemente por la vista defectuosa, se cruzaba de manera extraña y sedio él solo un fuerte trastazo contra las tablas, quedando descoordinadoe inhabilitado para la lidia. El segundo bis, cómodo de cara y que enla capa no terminaba los pases fue recibido por Ferrera con cincoverónicas y una media, llevándolo al caballo con torería donde se lepropinó un puyazo algo trasero. Tras el quite, su matador pidió elcambio de tercio y cogió los palos a los sones de Francisco Alegre, yolé, y haciéndolo él casi todo dejó los tres pares reunidos en lo alto,con valentía y oficio. Con el público ya a su favor le brindó la muertedel toro y montó su faena fundamentalmente sobre la mano derecha. Eltoro cabeceaba y resultaba incómodo, aún más deslucido por su pitónizquierdo, por lo que abrevió por ese lado y prosiguió su faena con ladiestra aprovechando las reiteradas embestidas, con inteligencia, dandoespacio y tiempo a su rival, obteniéndole pases de mérito y de uno enuno, rematando airosamente. La estocada cayó ligeramente atravesada queprocuró una muerte rápida al toro y le fueron concedidas las dos orejasdel mismo, quizás algo excesivo.
Conla puerta de Córdoba abierta a su favor, olvidado el Fandi, recibió conuna larga cambiada en el tercio a su segundo oponente, el quinto, uncolorao ojo perdiz que, a la postre, sería el mejor del festejo. Realizósu quite por chicuelitas, rematadas por una media verónica y de nuevopredispone al público para un tercio de banderillas donde el extremeñoapretó el acelerador y obsequió con tres pares distintos y de mayorespectacularidad que los de su primer toro: pasando en falso, quebrando yacortando las distancias o quebrando en el tercero con salida por lastablas. El público seguía con el torero y lo más importante es que eltoro seguía desplazándose gracias a su casta, a pesar de sus pocasfuerzas, acudiendo una y otra vez a los toques del diestro y metiendomuy bien la cabeza en su muleta. El torero lo dejaba respirar y en ungesto curioso pidió que cesara la música, echándose la muleta a laizquierda para volver inmediatamente al mejor pitón, el derecho.Valiente cuando se le paraba el toro, estudiando muy bien los terrenos yaprovechando con torería las embestidas del animal, todo se produjodespacio y hecho con pulcritud. Mató en la suerte contraria de unaestocada algo tendida, siendo aplaudido el toro a su arrastre.
DeVíctor Abad hemos dicho lo más significativo, su decisión paratriunfar. Recibió a su primero con coraje, con verónicas de poderío y lollevó al caballo andándole por chicuelinas. Un picotazo delvarilarguero y buenos pares del de plata que fue por delante. Brindó alpúblico de Lucena y se sacó a su oponente a los medios con gusto, leembistió con codicia y estuvo sin abrir la boca en toda la faena. Por elderecho mejor el toro que por el izquierdo. Trincherazos toreroscierran una faena que remata con media estocada y descabello que lereportan una petición insistente y una oreja.
Élque cerró plaza fue un castaño, el mas serio de cara, con el que noacabó acoplándose el torero que aún habrá de asentarse delante de lacara del toro con el que estuvo algo danzarín y descompuesto , aunquevaliente y voluntarioso. Fue ovacionado a pesar de que con los trastesde matar cosechó dos pinchazos, media estocada y siete descabellos, queno necesitan más comentarios. Tarde divertida, que diría el poeta. Deestas, que vengan más... y así seremos cada vez más.
José Ramón Flores Martínez
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