«Twitter es la tumba de la inteligencia» afirmó Álvarez de Toledo, después de que expresara su malestar por la cabalgata de reyes en un tuit y este acabara siendo un vertiginoso eco de la red o, en otras palabras, de lo más difundido por Internet. Sin pretenderlo, creo yo, les robó el protagonismo a los niños, que son los protagonistas de la cabalgata. Esto mismo puede decirse de algunas magas republicanas y alcaldes y alcaldesas con ansias, no de romper una tradición, sino de aparecer en los periódicos. Temo lo que puedan estar preparando para Semana Santa.
Sin embargo, no estoy de acuerdo con Álvarez de Toledo. O en parte. Twitter es una tumba para la inteligencia en la medida en que los temas más difundidos, que llaman Trending topics, son propuestas de la televisión frente a los muertos de los refugiados, la corrupción política, la muerte violenta de animales por haber nacido animales o el asesinato de mujeres a manos de sus parejas, maridos o ex. Para mí, Twitter es una comunidad muy viva de vanidades, un edificio con zonas comunes en el que nadie se baja del burro de la arrogancia, identificándose finalmente con la otra cualidad que los humanos le hemos dado a estos animales: la falta de entendimiento. Yo he seguido a varios escritores y he terminado por dejar de hacerlo por vergüenza ajena. Un Premio Nadal no puede decir que una norma ortográfica puede saltarse si se conviene, un Premio Planeta no puede afirmar que una tilde aquí y no allí no tiene importancia, un Premio… no importa, cualquier persona premiada en un tribunal de expertos en Literatura no puede defender que el sujeto y el predicado vayan separados por una coma totalmente innecesaria, movidos por su orgullo de tener un Premio, con pe mayúscula, y desmerecer a los que hablamos en español y pensamos en cómo hay que expresarse correctamente; porque no cuesta nada admitir que se cometen errores. Pero estos escritores, por supuesto, son los que hablan de refugiados, de corrupción, de animales muertos y mujeres asesinadas diariamente y por esto se les valora: se han acostumbrado a que se les aprecie, con un retuit y un corazón, lo que dicen y no cómo lo dicen.