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El Gobierno tiene dispuesta una batería de 43 "medidas liberalizadoras" (entiéndase recortes, impuestos) para obedecer las órdenes de Bruselas y allanar el camino hacia un rescate, que cada vez parece más necesario. Los detalles los irán dosificando poco a poco para que no hagan demasiada mella en la opinión pública.
Sin embargo, ya se ha anunciado un impuesto que no me parece mal. Se trata de que, a partir del próximo año, los premios de las Loterías del Estado, Cruz Roja y Once que sean superiores a los 2.500 euros, tributarán con un 20%. Eso va a suponer cada año 900 millones de euros a las arcas públicas. No es poco ingreso para estos tiempos de necesidades.
Desde 1977, la reforma fiscal de Fuentes Quintana fijó la obligación de que los premios conseguidos en concursos literarios, televisión etc. quedaban gravados con ese porcentaje. Todos ellos, especialmente los literarios, son el producto de un esfuerzo por parte de los autores de las obras. Sin embargo, hasta ahora, los premios de las loterías y de los juegos de azar no tributaban, con lo cual se daba la lamentable circunstancia de que terceras personas, interesadas en blanquear dinero, cercaban a los afortunados y les proponían la compra de los décimos con un plus sobre el importe premiado. Este impuesto va a dificultar esas transacciones fraudulentas, aunque no llegue a impedirlas del todo.
Hace unos años, poco antes del euro, intervine en un concurso televisivo y el premio conseguido me supuso 500.000 pesetas de las de entonces. Para Hacienda se fueron 100.000 que pagué encantado. Por eso, el impuesto sobre las loterias lo veo bien. Que a una persona que invierte dos euros en el euromillón, el azar lo premie con diez millones de euros, importe a todas luces astronómico, ¿cómo le puede doler tributar a Hacienda un par de millones si, a pesar de eso, su economía familiar ha quedado completamente resuelta de por vida?
Dudo mucho que las 42 medidas que faltan nos vayan a agradar, pero el impuesto sobre las loterías lo veo muy acertado. Yo me ofrezco voluntario a pagarlo. Ahora mismo me pongo en cola. Cuando tenga que tributar será la señal de que la suerte me ha favorecido. Ojalá el azar me imponga la obligación de pagar ese impuesto bien pronto. Cuanto antes.
Sin embargo, ya se ha anunciado un impuesto que no me parece mal. Se trata de que, a partir del próximo año, los premios de las Loterías del Estado, Cruz Roja y Once que sean superiores a los 2.500 euros, tributarán con un 20%. Eso va a suponer cada año 900 millones de euros a las arcas públicas. No es poco ingreso para estos tiempos de necesidades.
Desde 1977, la reforma fiscal de Fuentes Quintana fijó la obligación de que los premios conseguidos en concursos literarios, televisión etc. quedaban gravados con ese porcentaje. Todos ellos, especialmente los literarios, son el producto de un esfuerzo por parte de los autores de las obras. Sin embargo, hasta ahora, los premios de las loterías y de los juegos de azar no tributaban, con lo cual se daba la lamentable circunstancia de que terceras personas, interesadas en blanquear dinero, cercaban a los afortunados y les proponían la compra de los décimos con un plus sobre el importe premiado. Este impuesto va a dificultar esas transacciones fraudulentas, aunque no llegue a impedirlas del todo.
Hace unos años, poco antes del euro, intervine en un concurso televisivo y el premio conseguido me supuso 500.000 pesetas de las de entonces. Para Hacienda se fueron 100.000 que pagué encantado. Por eso, el impuesto sobre las loterias lo veo bien. Que a una persona que invierte dos euros en el euromillón, el azar lo premie con diez millones de euros, importe a todas luces astronómico, ¿cómo le puede doler tributar a Hacienda un par de millones si, a pesar de eso, su economía familiar ha quedado completamente resuelta de por vida?
Dudo mucho que las 42 medidas que faltan nos vayan a agradar, pero el impuesto sobre las loterías lo veo muy acertado. Yo me ofrezco voluntario a pagarlo. Ahora mismo me pongo en cola. Cuando tenga que tributar será la señal de que la suerte me ha favorecido. Ojalá el azar me imponga la obligación de pagar ese impuesto bien pronto. Cuanto antes.
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