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Con alguna frecuencia tengo que visitar un gran centro comercial. Paseando por allí me sorprendo a cada paso de lo bien dotadas que están sus instalaciones: tres plantas de aparcamientos gratuítos, dos largas galerías comerciales, bares, restaurantes, multicines y, por supuesto, dos enormes plantas más para la venta de sus propios productos.
Variedad, luminosidad y amplitud son, por lo menos, tres cualidades que se observan por doquier. Hasta juegos de columpios y partidos de baloncesto se celebran en el gran centro.
En contraste con este derroche de espacio, se produce una tacañería imperdonable en otros aspectos, pues no existe prácticamente asiento alguno para que los clientes puedan probarse un zapato. Pero todavía me parece más lamentable lo que voy a referir:
En el amplio espacio existente entre la primera planta del aparcamiento y la escalera mecánica de subida, han ubicado, en algo así como un metro cuadrado, un carrito de palomitas de maíz. La chica que atiende su elaboración y venta no tiene silla, ni taburete ni respaldo alguno. Toda su jornada se la pasa en pié, casi emparedada entre su carrito y el muro, pues el espacio es mínimo.
La chica de las palomitas no siempre es la misma. Menos mal. A veces es una jovencita que puede aguantar en pié y embutida, pero yo he llegado a ver a una que estaba embarazada y que, con verdadero esfuerzo, por no decir sacrificio, atendía amablemente a los clientes.
Un día observé que, junto a su carrito, alguien de mantenimiento había dejado sobre el suelo, volcada y de costado, una escalera de pintar y la chica de las palomitas, embarazada, se apoyaba tímidamente en ella y la utilizaba como asiento furtivo en los pocos momentos que su trabajo se lo permitía.
Y me pregunto. ¿Es posible que en ese gran centro ningún encargado, ningún jefe haya caído en la cuenta de que una chica embarazada no debe pasarse toda la jornada laboral de pié sobre una baldosa, casi sin poder moverse y sin disponer siquiera de un taburete para dar un minuto de descanso a sus agotados pies? ¿Es posible que ninguna compañera o representante sindical haya advertido que una trabajadora embarazada debe tener algo más que el costado de una escalera para descansar brevemente por su estado de gestación? ¿Se puede permitir en estos tiempos que en un gran centro comercial, en donde todo son espacios amplios y galerías interminables, sea algo menos que una baldosa el sitio asignado a un puesto de trabajo de una empleada que debe elaborar el producto y venderlo sobre la marcha al público, todo bien y a buen ritmo?
Variedad, luminosidad y amplitud son, por lo menos, tres cualidades que se observan por doquier. Hasta juegos de columpios y partidos de baloncesto se celebran en el gran centro.
En contraste con este derroche de espacio, se produce una tacañería imperdonable en otros aspectos, pues no existe prácticamente asiento alguno para que los clientes puedan probarse un zapato. Pero todavía me parece más lamentable lo que voy a referir:
En el amplio espacio existente entre la primera planta del aparcamiento y la escalera mecánica de subida, han ubicado, en algo así como un metro cuadrado, un carrito de palomitas de maíz. La chica que atiende su elaboración y venta no tiene silla, ni taburete ni respaldo alguno. Toda su jornada se la pasa en pié, casi emparedada entre su carrito y el muro, pues el espacio es mínimo.
La chica de las palomitas no siempre es la misma. Menos mal. A veces es una jovencita que puede aguantar en pié y embutida, pero yo he llegado a ver a una que estaba embarazada y que, con verdadero esfuerzo, por no decir sacrificio, atendía amablemente a los clientes.
Un día observé que, junto a su carrito, alguien de mantenimiento había dejado sobre el suelo, volcada y de costado, una escalera de pintar y la chica de las palomitas, embarazada, se apoyaba tímidamente en ella y la utilizaba como asiento furtivo en los pocos momentos que su trabajo se lo permitía.
Y me pregunto. ¿Es posible que en ese gran centro ningún encargado, ningún jefe haya caído en la cuenta de que una chica embarazada no debe pasarse toda la jornada laboral de pié sobre una baldosa, casi sin poder moverse y sin disponer siquiera de un taburete para dar un minuto de descanso a sus agotados pies? ¿Es posible que ninguna compañera o representante sindical haya advertido que una trabajadora embarazada debe tener algo más que el costado de una escalera para descansar brevemente por su estado de gestación? ¿Se puede permitir en estos tiempos que en un gran centro comercial, en donde todo son espacios amplios y galerías interminables, sea algo menos que una baldosa el sitio asignado a un puesto de trabajo de una empleada que debe elaborar el producto y venderlo sobre la marcha al público, todo bien y a buen ritmo?
Supongo que la jefatura del centro acertará en muchas cosas, pero en esto muestra un descuido total y debería esforzarse mirando algo más por quienes trabajan en esas condiciones. Si esos jefes dicen que miran y no lo ven es que padecen miopía comercial. Y humanamente, lamentable ceguera.