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Hoy, con la actividad económica de capa caída, los pequeños negocios arruinados, las grandes empresas aprovechando la escasez de trabajo para apretar el dogal ceñido al cuello de los trabajadores, y en general, una gran depresión económica que empobrece a la mayoría de los ciudadanos, vemos como hay un negocio rentable y que deja pingues beneficios, al menos para los elegidos, la política.
Que pensar sino de las últimas revelaciones periodísticas sobre como la cúpula de un importante partido político se ha repartido, mensualmente y con sus correspondientes pagas extras, respetables sumas de dinero amen de su sueldo oficial, cantidades que bastarían, cada una de ellas, para mantener a una familia humilde durante muchos meses.
Ante esas revelaciones cabe preguntarse ¿están en política para forrarse con la excusa del servicio a los ciudadanos? Cierto es que años ha, unas grabaciones anuladas por defecto de forma como prueba ante los tribunales (caso Naseiro), mostraban como un alto cargo de su partido (el de Naseiro) declaraba sin empacho "estoy en política para forrarme" pero en general los altos dirigentes de los partidos políticos proclaman a los cuatro vientos su sacrificio personal y su entrega absoluta al servicio de los ciudadanos, llegando a decir que incluso pierden dinero a consecuencia de su dedicación a la política.
Pues bien, parece que no es así, que en la política alcanzan un reconocimiento social y unos emolumentos que jamás hubieran alanzado con una actividad privada bien como profesionales, empresarios o asalariados. Cierto que las cantidades, discretamente cobradas durante años, y sacadas a la luz pública por un resonante caso de corrupción, no constituyen, aparentemente, ilícito penal alguno pero, ¿es ética la actitud de esos dirigentes?, es una pregunta que cada uno debe contestarse así mismo.
Los que hacen virtud de la austeridad pública resulta que, en privado, no la practican corroborando con su actitud la máxima "virtudes públicas vicios privados" que, desde in illo tempore, ha sido una constante entre las gentes de orden o dicho de otra manera "una cosa es predicar y otra muy distinta es dar trigo".
Que fácil es tomar decisiones políticas que, en nombre de la austeridad, significan la ruina y el sufrimiento de muchas personas, dejar sin paga extra a los funcionarios o decidir el repago en los medicamentos para los pensionistas de 600, cuando se cobran mensualmente miles de euros de salario público y, con discreción y disimulo, dietas, gastos de representación o sobresueldos que, a no ser por la prensa, no se hubieran descubierto, sin tener que experimentar ni ver jamás directamente el rostro de ese sufrimiento.
Si, acertaron en su negocio, lucharon para llegar a la cúspide, ahora la vida les sonríe, disponen de numerosas prebendas, canonjías y privilegios, cobran y recobran suculentos sueldos y sobresueldos, disponen de chofer, vehiculo oficial, gastos de representación y tarjetas de crédito con cargo al erario publico y todo ello como acto de servicio a los demás y amor a la patria, pagado por los ciudadanos a los que tan sacrificadamente dicen servir.
Lo dicho, que gran negocio, para algunos, el negocio de la política.
Juan M. Roldán
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