Facebook o la lucha perdida frente a la mentira

07 de Marzo de 2016

Ya me he dado por vencido. No se puede luchar contra los molinos de la ignorancia y la estupidez en Facebook. No hay manera. El uso del botón compartir y del me gusta parece un tic de los usuarios, perfiles o como quieran llamarlo. Hasta hace dos o tres años respondía a la persona que divulgaba la fotografía o noticia, le daba argumentos, le exponía que la opción de la mentira y de que le estaban tomando el pelo era posible… Nadie lo agradece… Pero la mayoría sigue cayendo en la trampa, un artificio en el que no cabe distinción de colores, política o temática: desde la izquierda a la derecha, desde la naturaleza a las palabras de un Nobel o de un dictador. No hay remedio. Facebook es un río en el que el agua limpia se enturbia con frecuencia y, precisamente, por esta turbidez la verdad se mancha y no se aclara por más agua limpia que se eche. Veamos algunos ejemplos de distinta índole:

En más de una ocasión, he visto que se comparte cierto artículo titulado «¿Sois idiotas?» firmado por Arturo Pérez Reverte. La primera vez que lo leí me di cuenta de que ese no era el estilo del escritor y de que éste jamás se expresaría así, en especial, por algunos errores de expresión y de ortografía. Y así era. Busqué en su web, en los blogs de sus seguidores y, efectivamente, nunca escribió ni un punto de ese texto… Así se lo avisaba a mis contactos que, lejos de eliminarlo o agradecerme la información, se ponían a la defensiva, llegando a afirmar que no importaba el autor sino lo que decía… Yo les indiqué que, si está poniendo en palabras de alguien lo que este alguien nunca ha dicho, todo resulta ser mentira y el texto carece de credibilidad. Como dar con un muro, de piedra, y de Facebook.

Los asuntos políticos son los que levantan más pasiones falsas. A un contacto le tuve que llamar la atención acerca del error de una fecha, porque había compartido una foto en la que se decía que la II República se había proclamado el 14 de abril de 1930: optó por eliminarme de sus contactos antes que admitir su error. Con lo fácil que era buscar en la Wikipedia… Pero, si hay que pinchar en un enlace, eso sí que cuesta: no sé qué obispo declaró que los zurdos eran hijos de Satán. Estupefacto por tales palabras, pinché en el enlace que acompañaba el mensaje de mi contacto… Era una chorrada de un programa de humor… Pobre obispo, lo pusieron a caldo, en especial, desde un partido de izquierdas que no dudó en explotar su vena anticlerical sin saber que estaba haciendo el ridículo por no haberle dado con el ratón al enlace, desde el que podría haber oído otras aportaciones divertidas y absurdas como que Rajoy pensaba contratar a Justin Bieber como jefe de prensa. Así son las cosas.

Pero estas palabras que aquí escribo tienen una motivación reciente: veo que en una semana dos personas de mis amistades comparten la foto de un felino salvaje en la que se afirma que el leopardo macairodontino acaba de ser extinto gracias al ser humano. Sorprendido por no haber leído nada en la prensa, busco en internet y, en efecto, era una falsedad, porque ese tipo de felinos, los macairodontinos, no los extinguió el hombre moderno sino la naturaleza hace unos 10000 años. El autor de esta invención, Marcos Ansón, no se oculta y desde su blog explica detalladamente que se ha tratado de un experimento para concluir en la estupidez de la gente que se cree la extinción de un animal sin detenerse a buscar información o datos sobre ello, algo que achaca a esa palabra de moda denominada postureo, un postureo animalista para entendernos, de gente que «que desnaturaliza a los animales y que no siente importancia por la biodiversidad», en sus palabras, que es incapaz de compartir la extinción real de un reptil, pero con la facilidad del clic con el ratón o del dedo en los teléfonos inteligentes no dudan en propagar el engaño disfrazado de felino. De forma inteligente y brutal, da en el clavo al afirmar que «estos comportamientos de este tipo de gente sean parte de causa de que los animales y la fauna se consideren algo infantil y poco valorado y sin criterio en esta sociedad que vivimos».

Y, así, habrá quien siga matando y abandonando perros al concluir la temporada de caza, habrá quien no dude en quitarle la vida a una cría de delfín por hacerse unas fotos con ella, habrá quien continúe saltando sobre lechones para aplastarlos inhumanamente, habrá quien considere que los animales, «pobres almas mudas» los llamaba Ramón Pérez de Ayala, son juguetes para divertirse con sus vidas o su cuerpo. Otros, mientras tanto, se contentan con observarlo por Internet y divulgarlo sin hacer un análisis crítico de la información que recibe. Se equivocaba Saramago cuando dijo que el ser humano era inconsolable, pues Facebook, Whatsapp y las demás redes sociales alivian el desánimo con el sencillo gesto de un clic o de un dedo.

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