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Extrañará al lector que hable la Virgen de Araceli en verano, pero una serie de imprevistos ha hecho que este artículo esté tan distanciado del anterior que dediqué a El genio de Aras de Miguel Álvarez de Sotomayor y Abarca, obra de temática aracelitana, en la que se recogen varios milagros de nuestra patrona. De esto es precisamente de lo que pretendo hablar, pues una amiga me preguntó que cuál había sido Su milagro más reciente, y, francamente, no supe darle una respuesta.
Se conocen varios milagros y testimonios recopilados a finales del siglo XVIII, así como numerosas rogativas de lluvia, destacando la que podemos leer en la web de la Archicofradía del mes de mayo de 1869. En lo que respecta al siglo XX, sin tener en cuenta el amplio número de intercesiones otorgadas, desde que era niño he oído como milagro aquella historia de la niña del Raspa que se perdió en la sierra y que, tras buscarla toda la noche sin fortuna, fue hallada sana al día siguiente, como si la Virgen le hubiera prestado su manto de protección como manta esa noche. El libro Pensamientos y vivencias de un gañán de Juan Miguel Caballero recrea esta historia y el autor no duda en exclamar «¡Aquí la Virgen puso su manto!» en alusión a que a la niña no le pasó nada.
Por último, yo estuve presente el día en que sucedió lo siguiente a una persona cercana, que quiere mantenerse anónima, en la cocina de su casa. Estábamos preparando un plato y ella cogió una pequeña botella de champán para abrirla y elaborar una salsa; recuerdo que hablaba conmigo sobre qué preparar de postre, cuando el tapón salió violenta y repentinamente disparado hacia sus ojos. Esta persona lleva gafas y, en el momento del impacto, la montura no se movió, pero uno de los cristales, el que recibió el golpe, se partió en varios fragmentos y voló en varias direcciones. Preocupado, me acerqué y observé que no le había ocurrido nada en el rostro ni en los ojos
Me dijo que se encontraba bien, aunque sentía en su interior la temerosa impresión de lo sucedido. Tras calmarse, me confesó que no tenía duda de que se lo debía a la Virgen de Araceli, pues había sido su primer pensamiento tras el taponazo, además de que llevaba una estampa suya en el bolsillo; de ahí que, gracias a Ella y Su mediación, no le había ocurrido nada.
No sé cuál es el último milagro de Nuestra Madre, pero estoy seguro de que la vida de varios lucentinos o de creyentes tiene algún capítulo de este tipo.
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