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Xenófobo, cruel e ineficaz. Así calificó Alfredo Pérez Rubalcaba la pasada semana el recorte del Gobierno en Sanidad. Por tanto, tildó al PP de acometer acciones xenófobas. La ministra Ana Mato respondió a este ataque socialista con unas tenues y deslavazadas declaraciones. Nadie de los populares ofreció una réplica contundente ante tal acusación y, de forma subyacente, el PP aceptó el epíteto que le lanzó Rubalcaba.
La xenofobia es uno de los sentimientos más abyectos del ser humano. Una actitud que siempre va acompañada de un miserable clasismo, pues a aquel que recoge comida en un contenedor se le vilipendia llamándole moro mientras que a los jeques que inyectan dinero a los clubes de fútbol se les lisonjea denominándoles como árabes.
El PP es un partido acomplejado. De otro modo no se puede comprender que consienta lecciones morales de un partido que ha practicado el terrorismo de Estado con los GAL, que se ha financiado ilegalmente a través de Filesa o que, más recientemente, ha robado el dinero de los parados andaluces.
Los errores comunicativos en los que incurre el PP no son achacables a la falta de destreza o diligencia de sus asesores sino a un complejo que soporta con resignación. Las nefastas explicaciones que el Gobierno está trasladando a los ciudadanos en estos tiempos de profundas reducciones en los presupuestos se producen porque el PSOE ha logrado su objetivo de hacer calar en un amplio sector de una ignorante población la falacia referente a que el PP es un agrupación política proveniente del franquismo y cuyos postulados son próximos al fascismo. Y en Génova nada han hecho por explicar lo contrario.
Cualquiera que conozca mínimamente el panorama político europeo para esto hay que leer con relativa frecuencia advertirá que, si se compara al PP con el centro y la derecha europeos, el programa y las decisiones del partido presidido por Mariano Rajoy se encuadran en una centroderecha muy liviana.
La retirada de la tarjeta sanitaria a todos aquellos que no contribuyen al erario público es una operación de justicia social por parte del Estado. No es procedente que una persona que no paga sus impuestos reciba lo mismo que el que sí lo hace. Si se continuara con esta práctica, España se adentraría en un caos. Toda persona en nuestro país tiene garantizados los servicios de urgencia y atención al parto y los menores, sea cual sea su condición, gozan de una Sanidad gratuita. A partir de ahí, ha de brotar la caridad de cada ciudadano. O, por ejemplo, de la Iglesia Católica, institución humillada y calumniada por la pseudoizquierda española, pero que ejecuta una obra social indispensable para España en las circunstancias contemporáneas.
Manuel González García
Twitter: m_gonzalezgcia
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