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Desde hace algunos días, he estado reflexionando acerca de la construcción de este artículo. El último empujón que me faltaba para redactarlo lo he recibido desde la red social Tuenti. En este soporte mediático he visto una ecografía en la que se podía observar nítidamente el cuerpecillo de un nasciturus, quien, lógicamente, no ha podido decidir si deseaba exhibirse en una red social. ¿A dónde vamos a llegar?
Como todo demócrata, soy un defensor a ultranza de la libertad. La proclamación por parte de la ONU sí, esa institución que hoy no sirve para nada- y más tarde en España, a través de nuestra Constitución de 1978, de este abstracto tesoro es uno de los hitos más importantes de la humanidad y de los españoles.
Apoyé al gobierno de Zapatero cuando decidió iniciar una dura campaña contra el tabaco. Quizás el desarrollo de la ley no fue el más adecuado, pero el fondo sí era loable. Posteriormente, el parlamento catalán ha prohibido las corridas de toros en una decisión totalmente política. No me gustan los toros y nunca he ido a ningún festejo taurino, pero el paripé que se ha realizado en Cataluña me parece lamentable.
Tras estas consideraciones iniciales, me parece indecente la utilización demagógica que diversos líderes de la pseudoprogresía española hacen de este concepto. Una libertad sin límites, no es libertad sino libertinaje.
Si en España se manosea la libertad para permitir que la madre de El Cuco obtenga nueve mil euros en Telecirco por revelar datos morbosos de su hijo en relación al asesinato de Marta del Castillo, no me gusta esta libertad. También hubiera sido repugnante sin dinero de por medio.
Hace algún tiempo, Televisión Española censuró una entrevista al ilustre periodista José María García porque emitió opiniones molestas contra José María Aznar y Florentino Pérez. ¿Esto sí y lo otro no? Incompatibilidad manifiesta de pareceres.
Sé perfectamente que la cadena del grupo Mediaset es privada y posee autoridad para elaborar y distribuir sus contenidos tal como le parezca. Sin embargo, en todos estos días, no he escuchado a ningún político clamar contra la atrocidad que cometió la empresa de Fuencarral. El gobierno ostenta facultades varias para no validar estas locuras. Si no lo hace, la oposición ha de recordárselo. Tan solo Twitter unió a todos aquellos que pretendimos boicotear el morboso espectáculo dirigido y presentado por el pésimo periodista y buen comunicador Jordi González.
En esta España, la derecha por miedo y la izquierda por macabra conveniencia no atajan actos como los anteriormente señalados que navegan por el peligroso libertinaje. El desenfreno de la libertad supondrá consecuencias negativas para esta sociedad herida.
Manuel González García
Twitter: M_gonzalezgcia
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