¿Cómo se sigue cuando todo termina?

20 de Marzo de 2017

¿Cómo se sigue cuando todo termina? Es una pregunta con una respuesta incierta, aún así, de obligado planteamiento para saber cómo volver a empezar.

Rememoras mil veces cómo empezó todo, cómo surgió la amistad, el amor, la pasión… Esas primeras miradas, las primeras conversaciones, las primeras noches en vela de charlas y caricias que te hacían volar. Lo recuerdas una y otra vez, evocas cada momento bueno, sonríes y de repente, como si fuera la película de Disney el recuerdo se tiñe de color azul y brotan lágrimas de tus ojos, aparece la tristeza, la desolación, pensar que todos esos momentos perfectos, esos momentazos de ese gran amor, no existen y no volverán a existir.

Tu vida, tal y como la conocías hasta ese momento, con esos meses, esos años, esas décadas con el amor de tu vida (siempre es el amor de tu vida, hasta que deja de serlo) ha desaparecido. Y hasta lo más simple, hasta el acto más sencillo lo ves vacío sin él. ¿Como volveré a cenar sola?

¿En quién me acurrucaré para quedarme dormida? ¿A quién llamaré cuando tenga un mal día en el trabajo? ¿Y uno bueno? ¿A quién le va a interesar, si no es a él? Que me hacía importante, que me hacía única.

Gritas, lloras y pataleas negando lo que te esta sucediendo, diciéndote que no es verdad, que no puede ser, que no te lo crees, que no se ha podido acabar tu relación, tu vida… ¡No!

Y ahí, en ese preciso instante en el que te estas negando la pura realidad, sin tan siquiera darte cuenta, se ha puesto el mecanismo de la pérdida en marcha, ha aparecido el duelo.

Ya ha comenzado la NEGACIÓN, esa amortiguación que te está regalando tu cerebro para que ganes un poco de tiempo y pienses qué vas a hacer y cómo lo vas a afrontar.

La desesperación vuelve a hacerse presente, y cuando más dolida estas, empiezas a vomitar ideas en busca de una solución y se enciende la bombilla, ¡ya está! No hay de qué preocuparse, hablando se entiende la gente, tu pareja te ha dejado, llevabais tiempo discutiendo, o quizás no, tan solo llevabais meses fríos, dormidos, o algo peor, te estaba engañando, fuera como fuese, la solución a los problemas es hablar, y hablas, vaya que si hablas. Le llamas, le escribes, lo intentas todo para que entre en razón, no tienes que cambiar, pero se lo dices (por si acaso), negocias todo lo que puedes para que vuelva a tu lado. Negocias, sí. Cayendo de boca a la siguiente fase, la NEGOCIACIÓN.

Se acabó, todo es dolor, te negaste a aceptarlo y fracasaste, negociaste con él, perdiendo incluso tu dignidad y fracasaste… Ya no hay nada que hacer más que llorar y resignarte a morir sola, o tal vez, si tienes suerte, rodeada de gatos. Gatos que cuando mueras se comerán tu cadáver, porque estarás tan triste y sola que ya a nadie importarás…

Te permites estar triste y eso ocupa demasiado, en realidad lo ocupa todo. Lloras tanto que tu cara se deforma y a veces, te esfuerzas tanto en fingir que estas bien que la garganta se te taladra del dolor que le produce el nudo que llevas. Dejas de ducharte tan a menudo, de maquillarte y arreglarte, total, ¿para quién lo ibas a hacer? No comes o te atiborras de guarrerías que te hacen sentir aún peor. ¡Enhorabuena, compañera, tienes una bonita DEPRESIÓN!

Un día te miras al espejo y ves en lo que ese miserable te ha convertido, un ser frágil, una mujer triste y ojerosa, le maldices, a él, al día en que os conocisteis, a tu amiga por presentaros (introduce aquí la opción que se adapte a ti) y a cada célula que lo compone. Estas cabreada, sí, ¿qué pasa? Tienes derecho a estarlo. Destrozada, ultrajada y rezumando rencor por los cuatro costados.

Quieres matarle a él y a todo lo que tenga que ver con él, porque ha atropellado tu autoestima y lo único que necesitas es expresar tu rabia y no salir nunca de este paso, la IRA.

Afortunadamente, no te has enfrentado a todo esto sola, buscaste a alguien para hacer contigo todo este camino, menos mal que elegiste ser la mujer fuerte que siempre has sido y decidiste pedir ayuda, como el que llama a su escuadrón para enfrentarse a la dura guerra del desamor.

Quieres superarlo y te marcas las pautas para hacerlo.

Quedas con tu gente, hablas con tu madre, llamas a tu amiga de la infancia, tomas café con los compañeros del trabajo y te atreves a salir de cervezas incluso con los amigos en común. Él ya no monopoliza las conversaciones, ya disfrutas de lo que los demás te cuentan, ya pasó ese tiempo en el que le idolatrabas, en que le veías perfecto, ya tampoco le odias, ni por supuesto quieres matarle (ese sentimiento solo fue un lapsus, ¡no eres una psicópata!).

Piensas en tu bienestar y no en su malestar. Ahora piensas en ti y en lo que te apetece hacer.

Buscas retos, objetivos, quieres tener nuevas ideas, quieres hacerlo todo, es una nueva etapa, no importa que esta vez sea sola.

Ya no le buscas en las redes sociales, ni miras si se conectó al whatsapp. Eso ya no te interesa.

Dejaste de dramatizar y aunque estas débil y cansada, por fin tu interior es un remanso de paz y te sabes contestar perfectamente a la primera pregunta que te hiciste, ¿cómo se sigue cuando todo termina? Pues se sigue llegando a la etapa final del duelo y a la primera de tu nueva vida, con la ACEPTACIÓN.

Eres una guerrera, eres una mujer. Está superado. Ahora tan sólo esboza lo que quieres hacer y hazlo. ¡Adelante!

Tamara López Soria

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