Colaboración: "El agua de José Puerto Cuenca", por Manuel Guerrero Cabrera

20 de Enero de 2014
Colaboración: "El agua de José Puerto Cuenca", por Manuel Guerrero Cabrera
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La noticia de que Agua por la Fontanela (Ayto. de Priego, 2013), el último libro del poeta lucentino José Puerto Cuenca, aparezca en la lista de candidatos al Premio Andalucía de la Crítica 2014, es un buen motivo para revisarlo y dejarnos refrescar nuevamente por los versos que componen este volumen, que en su presentación en Priego convocó a un centenar de personas, principalmente del sur de Córdoba. En este sentido, este hecho es muestra de la personal y afanosa mixtura de lo culto y de lo popular de su obra, ya que en su obra conjuga «la expresión culta con las voces castizas y la ironía con la solemnidad», según palabras del propio poeta. Incluso, en esta línea podemos comprender mejor la fusión de lo cristiano con lo oriental en La esencia prometida (Juan de Mairena y de Libros, 2010), el título inmediatamente anterior a la obra que tratamos aquí. Pero no nos engañe este breve recorrido, ya que José Puerto es un poeta de senectud en su poética.
 
Tanto desde el título como desde los poemas, el líquido elemento es fundamental y, al igual que es sinónimo de vida en la naturaleza, también es sinónimo de lirismo en el papel. El primer poema, «Bautizo en Priego», vierte un componente simbólico en cada estrofa hasta que se limpia y se siente nuevo, con aspectos característicos de lo popular de Priego, mediante un verso culto:
 
soy domingo en mayo y hornazo bendito,
pincel de Lozano y cincel de Cubero,
turrolate, tafetán y travertino,
telar de agua con geranios, cal, sol… ¡Priego!
 
En el poema siguiente, el extenso «Canto del aldeano», premiado con el Premio Castillo de Cortegana 2003, hay una parte dedicada al agua, en conjunción con el resto de los elementos. Su estilo llena de amplitud el verso y, al mismo tiempo, lo hace profundo, como los surcos en la simiente:
 
Arded, no tengáis miedo al vuelo de las pavesas
ni a que vuestros pabilos se vayan consumiendo,
que si no ardemos vivos, ¿Para qué viviremos
si no es la vida más que el temblor de la candela?
 
«Mi alma luzandante» y «Elegía a Diana» vuelven a fundir muy acertadamente en una las vetas popular y culta de José Puerto. El primero es un juego que parte de lo andaluz del título y que consigue realizar un recorrido por la tierra del sur de España con la espiritualidad del alma. En cuanto al segundo, recogiendo los ecos de Miguel Hernández, de quien sabemos sobradamente su tarea de pastor, y relacionando desde lo culto las églogas de Garcilaso y otros poetas, compone un divertido homenaje a la vida entre cabras y, en especial, a la muerte de la cabra Diana:
 
Me dará su leche vivificante
y cuajaré mis poemas más sabrosos
en versos blancos de poeta rumiante;
os los daré en taquitos generosos
plenos de su poder letificante.
 
Para el aldeano y para el cabrero el agua es importante, tanto que, como ocurre en «El tiempo de Zambra», todo se identifica con ella:
 
Y es que el tiempo de Zambra es el agua.
 
De ahí que lleguemos a los poemas finales, donde el elemento vuelve a ser protagonista. En «Río» es deseo que moja y anhelo líquido, en giros propios de lo popular o del estilo de aire popular del ya citado Hernández:
 
Por el día ya soñabas las aguas
de las lluvias y pozos y mares,
todas en un sorbo beberlas soñabas.
 
Finalmente, «Te quiero como agua eterna», que cierra el volumen, es el texto más fascinante, pues no solamente es tan rico en imágenes y sugerencias fonéticas, como en los anteriores, sino también por el loco afán amoroso que incita en cada estrofa:
 
Quiero mojar tus bancales sedientos,
empapar tu entraña de deseo sin medida
la gleba abrasada, las eras ansiosas,
trazar en tu vientre surcos apretados,
plantar las simientes morenas, doradas
y verdes y rojas y malvas y púrpuras,
quisiera que el agua
te inunde las grutas del cuerpo y del alma.
 
Cuerpo y alma, dualidad de lo terrenal y lo espiritual, que es lo característico de la poética de José Puerto, quien bien sabe que unirlas no es tarea fácil y que al conseguirlo:
 
quiero que seamos un río infinito
de aves de cristales, te quiero y nos quiero
como rueda incansable y eterna de agua.
 
Deseo mucha suerte para el Premio Andalucía de la Crítica a Agua por la Fontanela, cuyo autor ya de por sí reconoce que formar parte de ese listado es el verdadero premio: el de leer su nombre junto a autores reconocidos como Antonio Luis Ginés, Dolors Alberola, Joaquín Pérez Azaústre o Francisco Basallote. Y no quiero dejar atrás a quienes, también reconocidos, los conozco mejor y, por ello, tengo en estima, como Maricruz Garrido, Jesús Cárdenas, Rocío Hernández Triano, Ana Isabel Alvea y Carmen Ramos.

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