"143 años no es nada", por Mario Flores

01 de Junio de 2013
"143 años no es nada", por Mario Flores
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Hago mías las reflexiones que el profesor Calvo Poyato vertía en las páginas de ABC hace unos días. Se refería al debilitamiento de la sociedad civil como consecuencia de la desnutrición de las instituciones y organizaciones civiles de la misma y coincido con su análisis referido a que "en la España de nuestros días no es que andemos sobrados de una cosa ni de otra".
 
Avisado de la intención del Ministerio de Economía y Competitividad de suprimir los colegios profesionales de ámbito inferior al provincial, a este columnista le aborda el sentimiento de orfandad inminente que siente aquel que recién conoce que uno de sus mayores se encuentra próximo a fenecer de injusta manera, porque no hubo galeno alguno que supiera intuir el fatal desenlace del ser querido.
 
Ciento cuarenta y tres años contemplan al Colegio de Abogados de Lucena, institución de profunda raigambre en la sociedad lucentina cuya honorable y necesaria existencia se ve hoy zarandeada por la necedad de una decisión política que contraviene el espíritu de servicio a la ciudadanía que todo gobierno debe preservar como valor sacrosanto. Ítem más el ilustre colegio lucentino forma parte de la memoria y el sentir de la ciudad y constituye parte de los principios que conforman su identidad.
 
No he de entrar ahora en las razones prácticas que, de manera abrumadora, vienen a desaconsejar rotundamente la maniobra que conduzca a la desaparición de tan magna institución. También obviaré la significación que para la sociedad civil tiene el Ilustre Colegio de Abogados. Pero sí he de traer a esta tribuna la importancia y la significación que para Lucena tiene "su Colegio de Abogados" desde una perspectiva histórica, social y cultural.
 
Digámoslo claro: romper el Colegio de Abogados supondría la desintegración de uno de los valores identitarios sobre los que Lucena construye su mismidad. Arrancar a jirones los cimientos del ser constituiría uno de los más desalmados ejercicios que el poder pudiera perpetrar sobre la ciudadanía que dice gobernar.
 
El más que centenario colegio lucentino, Medalla de Oro de la Ciudad, es responsable, desde su nacimiento, de la dinamización cultural y del crecimiento humanístico de la ciudad. Privar a Lucena de ese potente motor es condenar a sus ciudadanos a verse privados de las energías que el órgano colegial irradia para mantener a velocidad de crucero el avance de la misma. Si la sociedad civil no recibe el empuje necesario de sus instituciones se debilita, se desarma y muere un poco más.
 
Tan noble y leal insitución no puede abandonarse en el vertedero de la Historia. Los servicios prestados, y los que necesariamente ha de prestar, no debieran permitir el dislate. Ni la odiosa injusticia.
 
Mario Flores
Publicado en "El dedo en el ojo", ABC 31.05.2013)
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